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HONDURAS: Mirada a vuelo de pájara pinta

Honduras es un país pequeño con una ubicación desde siempre privilegiada; dos océanos, montañas, valles, ríos, llanuras, golfo, Islas, puertos; tierra rica en vega, vegetación y minerales.  Habitada por cerca de nueve millones de personas. Es un camino al sur y al norte en el centro del continente americano.  Un puntito en el mapa del mundo.

Si no fuera por el caos político económico y la transculturización en que vive, provocada desde el poder, los despertares de su población serían calmos al ritmo de los bosques, el trino de las aves o del suave oleaje de sus mares.

Sin embargo, Honduras y su gente, habita un caldero que hierve y una incertidumbre que se abandona a la fe. La gente que vive en este país sale de sus residencias, casas o covachas sin saber si retornará.   Una bala nunca perdida puede hacerle nunca volver.  56 por cien mil es el índice de homicidios aunque algunas instituciones observadoras de la violencia, insisten en que es de 80 a 86 por cien mil habitantes, cada año.

El país, de 112 mil 492 kilómetros cuadrados, se rige por una constitución que define el modelo como democrático, no obstante durante los últimos nueve años ha sido violentada al antojo del régimen actual del partido nacional a través del gobernante Juan Orlando Hernández, abogado de profesión que interviene los tres poderes estatales por mayoría vertical de su mandato; y a través del presupuesto y otros dineros cuyo origen ha sido cuestionado con pruebas documentales de ser ingresos por la corrupción y el narcotráfico. Ver casos “Desfalco del seguro social” y declaraciones de personas extraditadas a los Estados Unidos.

Lo dicho hasta aquí no es nuevo y tampoco secreto, como tampoco secreta es  la mirada a la violencia, represión, concesiones de la tierra a transnacionales,  impuestos y multas escandalosas, así como el contubernio policial militar con maras y pandillas, el pago a sicarios, el poder del narcotráfico, la inflación, la devaluación de la moneda y el acomodamiento de las leyes para criminalizar a la población que se opone y protesta ante esas situaciones consideradas irregulares.

Es un panorama difícil y claro: La democracia como tal en Honduras se ha ido desvaneciendo desde el golpe de Estado al presidente Manuel Zelaya, en el año 2009. Aunque en realidad la democracia ha sido en Honduras como una “broma de mal gusto”.

Se ha ido perdiendo el poder de las poblaciones en las decisiones que le incumben y hasta en la elección de sus representantes debido al montaje de fraudes, lo que en el pasado se ha conocido como “elecciones estilo Honduras”.

No se consulta al pueblo si están o no de acuerdo con la explotación de una mina, con un proyecto hidroeléctrico, con las modificaciones en materia de salud y educación, con la construcción de un parque de cemento, con la ampliación de una calle, con la instalación de electrificación que pase a metros de su cabeza, con la re elección de una rectora o la re elección de un gobernante. Etc. Etc.

 Si las poblaciones están en desacuerdo porque les implica expulsión de sus territorios, menor calidad de vida, riesgos de salud, tala de árboles, precaria economía, indefensión judicial, recurre a la protesta que es  garantía constitucional y defensa de sus derechos humanos pero la constitución es hoja muerta, papel mojado.

El escenario de protesta se vuelve escenario de represión; disparos, gases lacrimógenos, detenciones, criminalización, juicios, cárcel,  exilio y asesinato.    Tres características de una dictadura.  Encierro, exilio y entierro para fortalecer la impunidad.

Mientras esto sucede en lo cotidiano; el escenario político electoral previsto para noviembre de este año, parece continuar imperturbable a través de unas elecciones para vencer en una reelección. Un hecho insólito y  la vez inconstitucional.   El candidato de la oposición, el ingeniero Salvador Nasralla, figura más conocida a través de la televisión por narración de deportes y entretenimiento,  y figura de la Alianza opositora conformada por el partido Libertad y Refundación surgido del golpe de Estado, el Partido Innovación y Unidad –Social Demócrata y el partido Anti Corrupción cuyos sellos eran de Nasralla hasta que quedó sin sellos.

Es una oposición débil que se ha dedicado sólo al juego político electoral y continúa su campaña en medio de la impunidad que reina en Honduras, en medio de la dictadura, la que  incluso se define  a través de los informes y datos de organismos internacionales.

 Pero el mundo “democrático”: Estados unidos, está más interesado en expandir sus intereses  y espacios en este y otros territorios; y Europa, está muy ocupada en mirar el presente del éxodo de refugiados de la guerra imperialista que les llega por cientos y miles cada día, sin dejar de jugar en el tablero de ajedrez que siempre es un juego de guerra, un juego que nunca ha sido divertido.  Para aquellas miradas, allende los mares, seguimos siendo Banana Republic.  Es aquí donde se llega a concluir  que es axiomático aquello de que sólo el pueblo salva al pueblo. Sólo los pueblos pueden definir por cualquier vía que consideren necesaria pelear, recuperar el poder que se les ha arrebatado.

 

 

 

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