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Los hijos de la basura

Tegucigalpa, Honduras | Reporteros de Investigación

Por Carlos Méndez

A cualquier hora del día, incluyendo la noche, un carro de lujo se detiene cerca de un enorme contenedor de basura, situado al sur de Tegucigalpa. Es una cita puntual. El motorista no ha terminado de bajarse para deshacerse de un fardo de desechos cuando un enjambre de niños y niñas aparecen de repente, para rodear el vehículo y ofrecerse como cargadores de bultos que luego irán a parar al hediondo contenedor de hierro, no sin antes «destartalar» las bolsas para apartar objetos de plástico, vidrio, papel, ropa o aluminio, que luego llevan a un adulto que observa la escena desde su “casa”, a escasos siete metros del basurero desde donde también, se erige una gigantesca valla publicitaria, en el cual se puede leer el siguiente anuncio multicolor: ¡el palacio de los niños!, una tienda comercial que está en las ciudades más grandes del país. 

La incorporación de niños y niñas para pepenar pedazos de latas, cartón o papel en los basureros públicos que luego la venden, a los adultos, a empresas recicladoras, es una forma muy triste de enfrentar no solo el brutal menosprecio a la niñez  más  pobre sino también, el desempleo que abate a muchísimas familias pobres en las grandes ciudades, pero también una humillante como degradante actividad humana en tanto que los basureros no solo son sitios para conseguir unos pocos centavos, sino que literalmente para escarbar y encontrar desperdicios de comida para mitigar el hambre y por el cual se pelean con zopilotes y perros. 

 Pero además, el permanente contacto que  los niños tienen con la putrefacción proveniente de desechos tóxicos y sólidos hace que centenares de ellos estén expuestos a enfermedades mortales. Hace muchos años, análisis realizados por la Facultad de Medicina, de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras, en Tegucigalpa, y el Centro de Estudios y Control de Contaminantes del Ministerio de Salud reveló que unos 200 niños entre los 7 y 12 años (a la fecha, ese numero ha crecido mas de cuatro veces más) que  recogen desperdicios en el único depósito de basura con que cuenta la capital de Honduras, tienen plomo, arsénico y mercurio en su sangre.  

La noticia de la cual se hicieron eco algunos medios impresos, reveló que en los análisis practicados a menores, se encontró el virus de la hepatitis C y múltiples enfermedades en la piel. 

Frente a lo anterior, ¿qué dice de una sociedad y sus gobernantes cuando esta permite sin el menor pudor y vergüenza, un cuadro dantesco de estas dimensiones? ¿Qué tanto se ha devaluado la calidad humana de la hondureñidad?  

¿A quien le importan estos niños heridos de muerte, peleándose todos los días por sobrantes de comida, un harapo o envases plásticos, en los crematorios públicos? En fin, ¿a quien le importa que centenares de nuestros niños y niñas, en todo el país, sean la extensión de un basurero gigantesco que construyeron no solo los gobernantes corruptos  al aplicar sus políticas económicas neo liberales anti humanas, sino también con la consecuente y dolorosa indiferencia de la sociedad entera? 

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