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El narcotráfico institucionalizado

Tegucigalpa, Honduras | Reporteros de Investigación

Por: Rossel Montes

Hace unos años escribí un artículo llamado La corrupción institucionalizada y el Estado de derecho, artículo que hice movido por las marchas de las antorchas allá por el 2015, movimiento que generó mucha expectativa pero que no cumplió con lo esperado; el gobierno simplemente se ríe de los movimientos sociales y de la Oposición, haciendo alarde de un cinismo sin precedentes, muy propio de los gobiernos despóticos y otrora narcotraficantes.  Ya se destapó la olla, se conoció lo que todos sabíamos, los secretos a voces como solemos decir, que vivimos en un Narco Estado, un Estado oligárquico y amenazado por el crimen organizado.

El juicio contra “Tony” Hernández dejó muy claro como ha venido la “clase impolítica” de nuestro país tejiendo las redes del poder, la corrupción y el narcotráfico; despellejando profundamente a una sociedad que ya históricamente ha estado muy dañada, incluso desde nuestra fundación como Nación,  como bien lo diría Mario Posas y Rafael de Cid en su libro “La construcción del sector publico” Honduras siempre fue un país con una institucionalidad débil, un Estado que aún subsiste entre la entelequia y la realidad y nunca encuentra su cauce.

Hablar de narcotráfico es hablar en muchos sentidos hablar del Estado, son dos  fenómenos se interrelacionan dialécticamente al hablar de la narcoactividad y como este llega penetrar las estructuras estatales, sociales y económicas de una sociedad determinada, podría decirse que la ilegalidad del narcotráfico ha impregnado a toda la economía global, en este sentido se puede hablar de una globalización de las actividades ilícitas del narcotráfico. Ya es harto sabido que el narcotráfico gobierna desde bambalinas, pero son raros los casos en los que toda una estructura partidaria gobierna desde el poder político del Estado para el narcotráfico y desde el narcotráfico, como lo es increíblemente nuestro caso desde el 2010, donde hemos estado siendo gobernados por narcotraficantes.

El narco y el Estado puede resultar una relación o matrimonio complicado, porque como diría Max Weber el Estado tiene la facultad de ejercer la violencia legítima sobre su territorio,  el sociólogo alemán quedaría asustado con  casos como el Mexicano donde el crimen organizado diezma a toda una población con todo y su ejercito, y en nuestro caso enajena a toda una clase impolítica que no le bastó con saquear y drenar las instituciones del Estado para financiar campañas políticas, sino que tuvieron que ejercer el terror de la cocaína TH para poder legitimar su poder político,  de esa forma perpetuarse en el poder, a través de las destrucción de las instituciones del Estado, de esta forma creando por vez primera un Narco-Estado, muy producente para ellos y contraproducente para su población, en ese sentido Honduras apenas está por la senda de su consolidación.

La narco-corrupción tiene la capacidad de detener el crecimiento institucional de un país, al penetrar las estructuras del Estado que son las encargadas de hacer funcionar los canales de la representación política de la democracia representativa, vemos que estos en el Caso de Honduras como los partidos políticos han perdido su funcionalidad y la razón con la que surgieron a finales del siglo XIX, el narco-partido corroe como peste y una enfermedad cancerígena  a una sociedad para así legitimar su partido-negocio, la ambición y la sed de poder no tienen parangón histórico ni sociológico,  es como  decía Erich Fromm una psicopatología de la ambición desmedida.

¿Qué dirían los grandes teóricos de la ciencia política de un Estado como Honduras? Max Weber, Robert Michels, Sartori, Bobbio,  sobre un Estado liderado por narcotraficantes y no solamente por una elite corrupta y oligárquica o poliárquica como diría Robar Dahl, ¿Tiene cabida la democracia en un Narco-estado-fallido? La democracia mínima dada por Bobbio pone el eje en la realización de elecciones libres, competitivas, y periódicas, éste es un concepto de democracia como procedimiento, parte del elitismo democrático que no cree en la democracia como participación y deliberación. Como vemos estamos muy lejos de ser una democracia mínima, lo que es un indicador del estado de nuestras destartaladas instituciones, un Estado débil es terreno fértil para los corruptos y la violación de los derechos humanos. Si ya con el insistente predominio de elites como dijo Robert Michels en toda estructura social, es muy complicado construir toda democracia participativa, ¿Imaginen competir contra una estructura criminal?  No hemos estado en igualdad de condiciones, las estructuras criminales han decidido por nosotros; pero esto no debe ser óbice para que no pensemos que una democracia participativa puede construirse y un Estado fuerte puede llegar a ser. De las crisis históricas surgen los Estados fuertes, y aunque como dice el marxismo y el anarquismo que el Estado es la quinta esencia de la desigualdad, creo que el Estado puede ser utilizado para el beneficio de la comunidad para la construcción de una sociedad más justa y equitativa.

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