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El Diván del Sexo

Sexo

        <h2>Jugando la palabra a tiempo escandido</h2>
    <b>EL DIVÁN DEL SEXO</b>

 
 
By Mr. Kinky and Yonki Nerd
(Escrito por el Sr. Cachondo y Adicto Cerebrito) 
 
Baby Flamingo
 
Me gusta enunciarme desde aquí, estoy cómodo miro el techo y siento me desbordo, se escucha el goteo inevitable del café, su aroma me acompaña. Lo confieso: soy gay y un poquito Yonki. Amo leer, el sexo ha sido un descontrol, sabes eso de la asociación de adicciones ¡caray es complejo!
 
En fin, ahora pienso en Carrie Bradshaw, ya sabes la actriz Sarah Jessica Parker interpretando a una atrevida e innovadora periodista en la serie escrita por Candace Bushnell iniciada en 1998. ¡Esas series televisivas del viejo siglo! Además, derivo en dos películas perfectas para esos atardeceres de domingo, cuando necesitas recordar porque terminaste tu ultima relación (aunque ya hayan pasado 4 años) te lo repites simple: ¡él no era Mr. Big y yo no soy Carrie!
 
Como decía, Carrie me hace sentido ahora, me identifico, estoy en esa escena de Sex And the City movie one, cuando no se casa y avienta el ramo contra Mr. Big justo en la West 42nd Street frente a Bryant Park… Lo siento me desvié, me refiero a la reflexión. Volviendo a ese momento de la película: Carrie toma la revista Vogue, corre por las calles oculta en su gabardina bajo su sombrero, llega al salón para inventarse a sí misma. Cambia su rubio dorado con mechas california, por el castaño chocolate. Soy yo en este momento, veo representada en ella esa necesidad de transformarse radicalmente para renacer de uno mismo. Un sencillo cambio, pero en suma notorio, nos permite a veces recobrar la fuerza para ser uno mismo.
 
Claro, yo cambié mi pelo negro azabache al rosa magenta… previo a ello fui un lindo baby flamingo mi cabellera lucia fabulosa con la raíz platinada y el resto del pelo rosa pastel. Pero ambas veces que mude de color eran por esta razón. 
 
El primer cambio me rescataba de esa espiral descendente en la que caí en esa enorme ciudad monstruo donde nací. Ahí ser gay es tan complicado por tenerlo todo.
Tienes todos los derechos junto a todos los prejuicios, eso se va tejiendo con esquemas neoliberales de consumo, hacen a la diversidad sexual un sector más de mercado, eso conlleva en si un montón de ideas que van retornando el imaginario al mundo infame del prejuicio. Por si fuera poco, la enorme, monstruo ciudad, te da también todo el acceso, a todo, restringido una vez más por el mercado y el poder adquisitivo; claro para alguien clase media, profesionista como yo, esas son barreras fáciles de cruzar.
 
Podrán imaginarse aquello se vuelve bestial, el sistema te vuelve insaciable; difícil huir de los prejuicios porque los hay en todas direcciones, incluso al interior de la comunidad diversa: siempre esperando encontrar el mejor lugar, la mejor ropa, la mejor verga del mejor hombre o el más sexy y adinerado. Luego vienen las fiestas, los excesos, droga va, droga viene, orgía aquí o allá; poco a poco se va pareciendo a los 9 niveles del infierno de Dante Alighieri, del placer a la muerte y de regreso. 
 
Me pregunto ¿cómo se vive aquí el ser gay? Es probable exagere; tal vez sólo hablo de mi experiencia, de mi propio descontrol, de la ansiedad. Pero cada vez cuando coincido en esos espacios de lujuria, de exceso, con otros hombres, no dejan de avasallar mi pensamiento preguntas, siempre preguntas: ¿cómo viven ellos, los otros ese descontrol?, ¿qué piensan?, ¿qué sienten? ¿qué deseo en realidad los lleva a ese espacio normalmente oculto, secreto y donde el anonimato suele anidar?
 
Si bien pienso debemos descolonizar el placer, convencido de la libertad de todes y el pleno derecho de disfrutar nuestres cuerpes como decidamos; además siendo kinky and yonki en definitiva no juzgo ni por un segundo a nadie. Sólo que estas preguntas me hacen dar cuenta de algo: me asusta verme a mí mismo en esos momentos de descontrol, placer desbordado, completamente fuera de centro; me entretejo en la destrucción y el boicot. 
 
¿Será que estoy eligiendo una condena: la de ese camino de placer y destrucción?, ¿hay retorno a una vida equilibrada?… Los provida se sorprenderán de esto, pero creo en la familia, obviamente la familia diversa, entonces me pregunto si inmerso en esta espiral descendiente de ciudad monstruo ¿me condeno a la soledad? Yo quiero casarme, adoptar, tener un patrimonio construido en pareja: porque soy afortunado, tengo todos esos derechos.
 
También me da miedo pensar el deseo motor en esos momentos donde los cuerpos pierden rostro, cuando la droga borra la conciencia, venga del mismo lugar del prejuicio. ¿Si ese deseo emana del mismo sistema homofóbico y patriarcal que sin querer aún me atraviesa? no es divertido. La luz se apaga, termina la fiesta, entonces, en soledad me pregunto… ¿cómo viven los otros su sexualidad?, ¿cómo la viviré de aquí a 10 años?
 
Así que corté el pelo, fui al lugar ritual para cambiar mi plumaje: el salón de belleza, lo pinté. Resurgí en modo baby flamingo, compré un vuelo rumbo a otra ciudad más al sur y emigré… buscando el sol.
 
Tiempo.
 

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