
Iris Mencía | 29 de Octubre de 2018
La migración de la población hondureña, alrededor de siete mil personas, que sale en caravanas desde inicios de octubre, deja tras su paso: Historias de crisis, miedo, persecución, solidaridad nacional e internacional, noticias y paredes que dicen lo que la población siente.
Honduras es otra vez noticia, apenas es un punto al centro de dos continentes, rodeado de mares, oro, plata y muchos minerales en sus cerros y riberas de ríos, habitado por nueve millones de personas que de a poco deciden irse año tras año y no desde este octubre, en busca de oportunidades “negadas” en su tierra.
La población migrante lanza sus palabras al aire en medios de comunicación, palabras que son y han sido escritas con aerosol en las paredes.

«Los medios apuntan la policía dispara», se lee en una pared de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras, un texto escrito el 26 de octubre de este año luego de una intensa represión militar, a una movilización pacífica en apoyo a la gente que encamina sus pasos hacia Estados Unidos y ha revelado desde el primer paso que en verdad migra porque huye. Huye de Honduras y de su régimen.
Un rápido recorrido
En el corazón de esta capital, venas y arterias, corre sangre migrante. Gente que de la ruralidad, escapó por carencias en busca de su sueño urbano. Centroamericanos que al igual que los hondureños huían de luchas intestinas. Antes, siglos pasados, españoles en conquista de plata y oro llegaron y estadounidenses en busca de lo mismo y de mano de obra barata.
Mestizaje. Un mundo de origen Árabe, Chino, Judío que ha logrado hacer y multiplicar capitales en este país y en la capital del país, Tegucigalpa.
Así se ha ido creciendo, en desorden la capital hondureña, así se ha ido deteriorando y ocultando historias de poder que desde 1954 con la huelga bananera empezó a mostrarse en paredes y en este siglo y estos últimos años han adquirido fuerza.
Paredes pintadas con aerosol, escenario pequeño donde encontramos techos, pisos y paredes de edificios construidos dos o tres siglos atrás que se caen a pedazos: -“Estos edificios hablan con solo verlos, igual que las paredes”, afirma un dueño de edificio antiguo donde funciona un estudio de fotografía que pidió no mencionar su nombre “Así como están las cosas pregunte pero no escriba mi nombre” –eso dijo.
Casi todas las paredes de Tegucigalpa tienen mensajes que la población escribe en sus movilizaciones internas; demandas, rostros de mártires, obscenidades, símbolos de Maras y pandillas, consignas escritas por manos jóvenes y no tan jóvenes.
Tegucigalpa tiene la topografía irregular como las palabras en las paredes y su casco histórico de estructura colonial, barroca, callejuelas empedradas y algunos diseños clásicos victorianos como el de la antigua casa de gobierno, estas son construcciones de inicios y finales de varios siglos que dejan ver en este milenio la vulnerabilidad, desidia y algunas dictaduras incluyendo la presente: “La dictadura va a caer” se deja leer en un muro frente a un canal de televisión.
La capital hondureña tiene más de 900 barrios en las periferias. Las autoridades encargadas de contingencias han dicho que más del 60% en alto riesgo aunque en público hablan de solo 170 barrios en peligro inminente ante fenómenos naturales. La mayoría de estos barrios carecen de servicios básicos y viven entre otros problemas graves como el narcomenudeo, las maras y la intimidación militar nocturna, detectada por ladrido de perros y sufrida por estas poblaciones.
Para el año 2015 se hablaba de 1.2 millones de habitantes pero no es una cifra confiable, por ser esta una ciudad una ciudad en constante migración, con alta tasa de natalidad (arriba del 3%) y alto índice de criminalidad.
Para la población de la Capital de Honduras que desde 1937 incluye a su ciudad gemela Comayagüela, separada por no menos de cinco puentes, Tegucigalpa es un caos, un mercado, un submundo, hermosa, vulnerable, sucia, maloliente, bella, rica, miserable, ingobernable, militarizada, entre otras descripciones dadas mientras conversábamos.
La modernidad ha ido sustituyendo el paisaje aunque lo colonial persiste y se deja derrumbar. Lo que aún se conserva, luce descuidado y alberga variedad de negocios desde venta de ropa y zapatos de segundo hasta estacionamientos, y sus paredes son pizarras de las que se carecen en muchas escuelas de esta capital.
¿Por qué hacen hablar a las paredes?
Doña Raquel, una mujer que pasa los 70 años, perdió a su nieta de 20 años, hace pocos años, con lágrimas, dice que “su muchachita” murió por convulsiones y no tenía dinero para medicinas, la salud pública no se las daba pero… tuvo que ver “tanto gas recibido” –asegura mientras llora.
Raquel reside en un barrio urbano céntrico, sobrevive con la venta de donas hechas por ella. Sale a protestar desde el año 2009 contra el Golpe de estado, luego por la ingobernabilidad y ahora contra el fraude electoral del 2014 y lo que considera una dictadura, “ese hombre” –dice, y se echa a llorar. Seca las lágrimas con su delantal de revuelos.
Sin cubrir su rostro como hacen los jóvenes, aerosol en mano, escribe: “Fuera joh” así en minúscula. Conversamos cerca de la única biblioteca nacional, edificio construido en 1880 que se cae a pedazos; en el siglo XIX fue le “Casa de la Moneda”, luego la primera imprenta traída por el unionista centroamericano Francisco Morazán. La reconstruyen, dicen las autoridades y “con solo dos albañiles les agarrará el fin del siglo” –afirman los pocos visitantes de la biblioteca.
La gente que trabaja en ese local de una sola planta, pintado en amarillo, habla de fantasmas y por las mañanas, sus paredes interiores están manchadas de guano.
Por fuera es un gran periódico: “Padre no los perdones porque sí saben lo que hacen” se leía en un costado que ya es solo un manchón fluorescente. “Golpistas 666 con una plantilla del rostro del cardenal Oscar Andrés Rodríguez” “Si la prensa es del capital las paredes son nuestras”.
La capital hondureña ha cambiado mucho. A mediados del siglo XVI era apenas un poblado indígena a orillas de un río y su oro y plata atrajo a los conquistadores españoles y a los norteamericanos, Se llamaba entonces Taguzgalpa que en Nahual significa Cerro de Plata. Luego Real de Minas de San Miguel de Tegucigalpa.
Ahora tiene una estructura en Ajedrez. La iglesia catedral de 1786, la primera de 1765 se quemó; una plaza central que antes era arborizada y hoy poca foresta y mucho cemento alrededor. Ni las paredes de la catedral se han salvado de ser escritas, la escribe el pueblo y la mandan a repintar curas y autoridades.
Hay muchos negocios en Tegucigalpa, alrededor de 8.600 que abren, cierran, cambian de nombre por la inestabilidad político-económica. El gobierno recibe muchos impuestos y aunque no aportaron datos precisos, anda arriba de 600 millones de lempiras. Las paredes de los negocios tienen consignas escritas incluidos los bancos “Usureros”, se lee.
Un alquiler en el centro de Tegucigalpa, oscila entre 2 y 3 mil dólares, el recibo de luz entre 6 y 8 mil lempiras, el agua alrededor de mil, dicen dueños de algunos locales, tienen entre dos y cuatro empleados de ambos sexos sin poder ganar salario mínimo de 8.400 lempiras.
Debido a la crisis política del 2009, Golpe de Estado al gobierno de Manuel Zelaya, la economía se ha ido más al pique, la gente ha salido al centro de la ciudad a vender cualquier cosa; ropa, frutas, verduras, celulares. La Asociación de Vendedores del Centro Histórico se ha quejado, la policía municipal les persigue y decomisa productos, en los últimos meses les ha desalojado totalmente sin dar otras opciones, entre las y los peatones circulan policías municipales armados y con escudos.
Es una ciudad militarizada, atemorizada e insegura. El país todo, lo es. Tiene alertas de la administración norteamericana para no ser visitado por esas causas.
Tegucigalpa como todo el país habla desde las caravanas de migrantes y desde las paredes donde se mira el rostro de Berta Cáceres líder indígena social asesinada hace poco más de 2 años.
También hay rostros de muchas otras personas desaparecidas a quienes se pide buscar, se pueden encontrar ofertas de empleo, consignas e incluso poesía: “Los pobres son muchos por eso es imposible olvidarlos” Roberto Sosa, poeta ya fallecido, su poesía es compartida en las paredes; como otros y otras poetas en las calles de esta ciudad y en otra pared en letras muy grandes alguien escribió repetidamente la palabra “Libertad.