Por: Rossel Montes
A lo largo de su recorrido histórico el hombre en su devenir societal ha desarrollado diversas formas de organización sociopolítica, desde la hordas primitivas, pasando por la aparición del Estado y la división de la sociedad en clases sociales, las dinastías en el antiguo Egipto, la Polis Griega, la tiranía en el Imperio Romano, el absolutismo monárquico y las recientes formas de ejercer el autoritarismo y totalitarismo, a saber: el Fascismo y el Estalinismo influenciado por el “marxismo-leninismo».
La tendencia a las formas de ejercer el poder político de forma absoluta no es una cuestión de reciente irrupción o de la historia inmediata, como vemos ya en el pasado se dieron muestras de las formas más barbáricas y monstruosas de ejercer el poder político y formas de coerción social.
A principio del siglo XX el sociólogo Max Weber ya había advertido de las tendencias intrínsecas de la nueva sociedad de masas y de toda forma sociopolítica de la sociedad occidental a la burocratización, análisis que Weber los dejará concentrado en su máxima obra “Economía y sociedad”(obra póstuma) pero es el sociólogo alemán Robert Michels en su no tan conocida obra” Sociología de los partidos políticos” escrita allá por 1910, donde el sociólogo alemán en su estudio riguroso sobre el comportamiento de las organizaciones socialdemócratas, sindicales y políticas, donde deja entrever su famosa aseveración: la ley de hierro de la oligarquía, que él la explicaba como la tendencia ineluctable de toda sociedad hacia la creación burocratización y la dominación de los procesos sociales por una minoría “selecta” o “clase política” como lo llamo Wilfredo Pareto(sociólogo partidario del fascismo Italiano). La sociedad occidental marcada por la impronta racionalista del logos y la epísteme de la herencia griega y sobre todo por la democracia griega, creada hace más de 2000 años y practicada por estos por varios siglos, dando muestras de resultados positivos.
Como ocurrió en el siglo XX la democracia en las Polis griegas terminaría sucumbiendo ante las embestidas del autoritarismo y la tiranía. Si bien es cierno que la sociedad, es decir, las tendencias generales y radicales de la convivencia societal e histórica del hombre occidental han girado hacia la democratización y a la lucha por las mejoras de los derechos civiles, individuales y políticos, el advenimiento construcción de sociedades donde la participación radical de las grandes mayorías aún parece una utopía abstracta parafraseando a Ernst Bloch, a lo máximo la irrupción de la modernidad y la ilustración puso en la palestra y escena histórico-política, la emergencia de la democracia formal ante el desgaste de las monarquías absolutistas, y es en el siglo XVIII y XIX donde se dan las revoluciones burguesas, tema que estudiará muy bien el historiador británico Eric Hobsbawm.
El siglo XX se caracterizó por esa bifurcación o antinomía de “democracia y totalitarismo” dos formas opuestas de ejercer el poder político, aunque hay que aclarar que en las democracias formales y burguesas, se pueden ver muestras de formas autoritarias de coerción, ya sea ejercida por grupos oligárquicos o como aseveraba Robert Dahl, poderes poliárquicos, ya que según Dahl el poder es ejercido en una sociedad por distintos grupos inter-fácticos. A estas muestras de autoritarismo en sociedades construidas supuestamente al calor de los valores de una “democracia plural” o una democracia representativa de partidos algunos filósofos, politólogos y sociólogos lo han denominado con el confuso y ambiguo término de “totalitarismo democrático” o fundamentalismo democrático para usar un término del filósofo español Gustavo Bueno.
La democracia formal o representativa de partidos da muestras de coerción poliárquica u oligárquica entonces veremos que “totalitarismo democrático” a nivel conceptual no nos ayuda en nada a resolver el problema de cómo se ejerce el poder político en una democracia representativa de partidos. No era lo mismo vivir en una sociedad donde definitivamente el derecho al voto está restringido, el derecho a la libre expresión a vivir en una sociedad donde se tenga derecho a dichas prerrogativas propias de las sociedades democráticas, aunque estos derechos estén condicionados por intereses poliárquicos e intereses de clase, ya marca un profunda diferencia. Un militante marxista radical, de esos petrificados en el tiempo, espacio y teoría, que pregonan la “vigencia” de la “dictadura del proletariado” y que se desarrollan en democracia burguesas muy difícilmente hubieran podido organizarse o ser un grupo legal o ilegal para los tiempos del bolchevismo instaurado en el poder( 1917-1922) donde como se sabe todo grupo que no era afín a la postura del partido fue aplastado, relegado y aniquilado literalmente, con esto como bien lo dijo el filósofo greco francés Cornelius Castoriadis, el fundador del totalitarismo no fue Stalin, fue Lenin. 16 años antes de la irrupción del Nazi-fascismo(1933) ya en la URRS estaba instaurada la moderna sociedad burocrático- totalitaria como lo dejó muy bien estudiado Hannah Arendt en su “Orígenes del totalitarismo” aunque la autora se limita al Fascismo y estalinismo y no a las dictaduras del Europa del este como bien lo hizo el sociólogo francés Raymond Aron y mas adelante de forma más profunda Claude Lefort y Castoriadis; legando estos hasta los cimientos del Bolchevismo. La influencia del Bolchevismo será determinante en los procesos revolucionarios ulteriores y alimentará las tendencias jacobino-elitistas de las izquierdas del siglo XX.
La filosofía, la ciencia política y la psicología social y sobre todo el psicoanálisis han dado muestras de preocupaciones teóricas como la famosa Escuela de Frankfort, con estudios como los de Erich Fromm, Wilhelm Reich, Max Horkheimer,Herbert Marcuse, Theodore Adorno y Jurgen Habermas. El punto común de todos estos teóricos fue el analizar el fenómeno desde más allá de lo puramente y fenoménicamente político, es decir rastrearon lo metafísico y meta-psicológico que podría existir en el fenómeno autoritario y totalitario; acentuaron en el fenómeno de la alienación del hombre-masa, el carácter de los comportamientos y complejos, desordenes en la configuración del comportamiento societal en términos generales y sus estudios dieron mucha luz sobre las causas no solamente económicas, políticas sino psico-sociales, que son más difíciles de rastrear debido a los niveles de abstracción y la dificultad de la ciencia social de la época, ya que la ciencia política y las ciencias sociales aún no usaban métodos cuantitativos y las posturas epistemológicas predominantes aún era normativas más que científicas.
La «democracia representativa de partidos» es en la actualidad considerado el mejor sistema político de organización societal, en el siglo XX las democracias formales y todos los valores democráticos incluso aquellas democracias incipientes, estuvieron en riesgo e incluso desaparecieron con el surgimiento de ideologías totalitarias, cuestión que para los teóricos de la posmodernidad y la trans-modernidad (Enrique Dussel) es un fenómeno que se venía gestando desde la modernidad europea, ya que la modernidad europea tenía una ambivalencia y dicotomía intrínseca, por un lado se reivindicaba la liberación del individuo como ciudadano y sus derechos civiles pero por otro según Enrique Dussel la cosmovisión filosófica de la modernidad, es decir, las ontologías totalitarias desde Descartes, pasando por Hegel, Marx a Heidegger fueron dominadoras y totalitarias, así que con ese discurso Europa conquistó a América y asesinaron a miles de nativos en nombre de Dios y la razón, como bien asevera Habermas , el racionalismo devino en “razón instrumental” en donde el ser humano es un medio no un fin, cuestión a la que Kant se opondrá con su tremenda producción ética. Es curioso que en nuestras sociedades y Honduras no es la excepción los mismo demagogos y partidocráticos que hablan en nombre de los más altos valores «democráticos» son los mismo que ponen en tela de juicio y desboronan el sistema republicano-democrático formal que dicen «representar», un ejemplo de esto son los altos niveles de corrupción que alcanzan niveles estratosféricos y cósmicos muchas veces, donde la corrupción es el ABC de la política vernácula y una “clase política” que raya en la inoperancia y la ridiculez más profunda y pérfida. 7 de 10 Latinoamericanos preferirían vivir en una dictadura con tal de tener sus necesidades básicas suplidas, esto lo dicen recientes estudios sociológicos y económicos, y nos dice lo mal que andan las “democracias representativas de partidos en Americalatina». Es evidente que como bien decía Norberto Bobbio que la democracia o la historia reciente de la democracia es la historia de las promesas incumplidas, promesas que coadyuvan a darle ínfulas a los totalitarismos tanto de izquierda como de derecha y al neo-populismo.
La «democracia formal-representativa de partidos» condiciona y limita el desarrollo de todas las potencialidades del hombre contemporáneo pero definitivamente que los regímenes totalitarios imposibilitan de forma brutal esa posibilidad que en las democracias formales aún queda abierta. La democracia debe profundizarse con más democracia, el fin de la democracia es liberar al hombre de las cadenas de la exclusión social, política y económica y hasta ontológica. Siguiendo los lineamientos de Claude Lefort y Castoriadis: La democracia sería la única isonomía, es decir la única manera de plantear la igualdad para todos delante de la ley.
Es por definición socialista, autónoma y libre y sólo ella posibilita un espacio social autogestionario donde la libertad sea efectiva, social y concreta. Los objetivos de la democracia, es decir, de la política son la igualdad y la libertad, que no son contrapuestos sino complementarios. Implica necesariamente una participación instituyente en el poder. Los errores de la izquierda en el siglo XX fue el haber aplastado y eliminado las condiciones elementales necesarias para el desarrollo de incluso una democracia insipiente, lo cual creó un mal y nefasto precedente para el desarrollo ulterior de la izquierda, dándole ínfulas a las derechas parlamentarias y a las ultra derechas fascistas y dictaduras militares para deslegitimar el proyecto emancipatorio que el socialismo aunque sea teóricamente tiene de forma intrínseca en su corpus ideológico.
Definitivamente que la democracia como proyecto político es la salida a las grandes retos y conflictos civilizatorios como lo asevera Samuel Huntington, la política entendida esta como proyecto, y toda práctica que debe estar éticamente encaminada a la búsqueda insaciable del bien común, en ese sentido la política y la ética deben estar terriblemente unidas, pues cuando la ética se evapora en los marasmos del poder, la democracia está en peligro.
La gran salida para la construcción de sociedades más incluyentes, pluralistas y humanas; es la consolidación de las instituciones y no la destrucción ( del Estado) como aseveran los marxistas petrificados en los clásicos del marxismo, incapaces de entender la realidad concreta y los neoliberales. Hay que hacer notar que intelectuales como Claude Lefort o Cornelius Castoriadis son autores franceses casi totalmente desconocidos por la intelectualidad en nuestro país, los cuales se han quedado con Hannah Arendt como critica del totalitarismo- Bobbio y Sartori como los referentes de la teoría de la democracia. Aunque he notado unas notables inquietudes intelectuales en jóvenes por estos pensadores, como Chantal Mouffe y su concepto de democracia radical y Hegemonía, la crítica al esencialismo filosófico en la tradición occidental y la recuperación del pluralismo democrático de la tradición liberal y la radicalización de un proyecto de democracia. Hay que seguir con la crítica donde la dejó Hannah Arendt, en la crítica al totalitarismo y su poder de crear a grandes masas en seres superfluos y en un fenómeno que ella llamó la Banalidad del mal; y seguir con la crítica al totalitarismo como negación de la democracia tal como la teorizó Claude Lefort. Honduras está pasando por un momento de descomposición social, lo cual nos dice que hay que repensar la realidad para canalizar la práctica política y que junto a la teoría encaminar la práctica y que ésta definitivamente nos lleve hacia mejores derroteros y la profundización de la democracia.

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