Por -Allan McDonald

Tegucigalpa, Honduras | Reporteros de Investigación. A Toño lo conocí una media mañana en la casa de mi madre, tendría 10 años él, con su bolsón de azulón cruzado, su pelo corto, y su nariz árabe, unos ojos curtidos de sol y tristes, parecía que siempre estaba viendo la neblina desde el balcón de la vida.
Fuimos juntos -ya adolescentes-, a parar a un batallón, a que nos moldearan el espíritu de paz, por el principio guerrero de la estupidez.
No cuajamos y yo salí por no saber qué era eso de tener enemigos, Toño siguió.
Lo volví a ver en San Pedro Sula, ya ambos de 18 años, ya mas dispersos pero siempre hablábamos y convivimos en la misma casa.
Luego se perdió en el tiempo, en la vida… todo se esfumó como la misma niebla que él miraba con sus ojos tan apagados.
Lo vi luego en Tegucigalpa, con los años ya ensartados en el cuerpo, tan viejo como yo, y nos reímos de las cosas que hacíamos de niños, esperando el mundo mejor.
Siempre era alegre, él tenía un carnaval por dentro, pero la última vez su voz era ya un reguero de saliva con las huellas extraviadas de su tristeza, esa que nunca se le borró de los ojos.
Hoy a las 8 de la mañana se ha suicidado. La niebla lo arrastró al vacío. Era mi primo, mi hermano.

-Allan McDonald