<b style="font-size: 14px;">Tegucigalpa, Honduras | Reporteros de Investigación.</b> Ahí en el ruido cotidiano están las esculturas que son una delicada caricia al alma histórica. El Distrito Central es una ciudad embellecida por el arte empolvado en décadas de olvido.
Las obras artísticas trabajadas con la preciosidad que da la paciencia narran en una sola vista siglos de historia expuesta.
Un recorrido con otra mirada para valorar cada espacio vital que palpita historia en esta ciudad bastaría para llenar de turistas por varios días sus calles y avenidas de personas ávidas de conocer con especialistas –si los hubiera– las imágenes de antepasados que heredaron su palabra no solo a Honduras sino a todo el continente americano y a Europa.
Un recorrido con otra mirada por el Distrito Central, conformado por Tegucigalpa y Comayagüela, bastaría para comprender esa frase del periodista hondureño, con dimensión continental que existió en el siglo XX, Rafael Heliodoro Valle, cuando dice que la historia de Honduras puede escribirse en una lágrima.
En ciudades de Europa como Riga, la capital de Letonia, hay puentes que hacen recordar a los tres que unen a Tegucigalpa y Comayagüela, pero bien cuidados con un rio caudaloso y vivo.
Al atravesar los puentes con arquitectura de legado europeo desde los que se ve el río que muere y al que el periodista Juan Ramón Molina le escribiera “eres mi amigo. Bajo tus susurrantes frondas, pasó mi alegre infancia…”.
Después de cruzar y amar la arquitectura de estos puentes que ha sido infravalorada se puede encontrar el monumento a la memoria del poeta. A la estatua de Juan Ramón Molina le han colocado arreglos florales periodistas y académicos que estudian su legado como uno de los poetas modernistas más importantes del país.
Tal vez moriré joven… Los amigos
me vestirán de negro,
y entre dolientes y llorosos cirios
de pálidos reflejos,
colocarán con cuidadosas manos
mi ya rígido cuerpo,
poniendo mi cabeza en la almohada,
Mis manos sobre el pecho, dice uno de sus poemas.
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La historia de la arquitectura en América, enseñada en la Universidad Nacional Autónoma de Honduras (UNAH), permite concluir que la estatua de Molina está un punto estratégico por su diseño arquitectónico.
Está situada en Comayagüela, que parece una cuadricula y cuyo diseño, al igual que pasa en el resto de ciudades de América, estaría inspirado en los campamentos militares de la Antigua Roma.
En la civilización antigua, el trazado urbano y la práctica militar usaban dos calles una llamada Cardus (ahora calles) y otra decumanus (ahora avenidas).
En el cruce de las dos calles iba el campamento de los mandos militares principales, rodeado por cuatro puertas. Cuando este campamento se extendía por mucho tiempo, ahí nacía el centro de la ciudad y se ubicaban las iglesias y los cabildos.
Por eso al visitar Comayagüela o cualquier otra ciudad de Honduras se encontrará el mismo diseño. En esta cuadrícula hay arte, imágenes de siglos, edificios históricos que adornan.
En los extremos del decumanus se establecían las principales actividades comerciales. Si lo pudiéramos comparar es como si la Calle de Real de Comayagüela fuera el decumanus antiguo.
El comercio en el decumanus luego se desplazaba de los extremos al centro quizás eso explica por qué las estatuas están colocadas en los lugares donde están.
Después de cruzar y amar la arquitectura de estos puentes que ha sido infravalorada se puede encontrar el monumento a la memoria del poeta. A la estatua de Juan Ramón Molina le han colocado arreglos florales periodistas y académicos que estudian su legado como uno de los poetas modernistas más importantes del país.
Tal vez moriré joven… Los amigos
me vestirán de negro,
y entre dolientes y llorosos cirios
de pálidos reflejos,
colocarán con cuidadosas manos
mi ya rígido cuerpo,
poniendo mi cabeza en la almohada,
Mis manos sobre el pecho, dice uno de sus poemas.
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En el centro de Tegucigalpa, la ciudad gemela de Comayagüela, esta otra escultura importante que es motivo de debates intelectuales ya sea en la Casa Morazán, en las universidades o en la literatura latinoamericana.
Más de una vez se ha hablado en los ecos de los recintos de la luz académica de la estatua de Francisco Morazán. También los escritores Eduardo Galeano y Gabriel García Márquez escribieron sobre ella.
Los letrados hondureños como Livio Ramírez, Miguel Cálix Suazo, Carlos Turcios aseguran que la estatua de Morazán es real, es un monumento por cuidar y que es una ignominia que se diga que fue de un hombre fusilado por Napoleón Bonaparte.
Galeano dijo que era del Mariscal Ney en su libro las Venas Abiertas de América Latina, luego pidió disculpas por haber escrito esto y lo rectificó en un nuevo libro, explicó el director de la Casa Morazán, Carlos Turcios.
García Márquez al recibir el Premio Nobel de Literatura y dar su discurso sobre la Soledad de América Latina también repitió lo que Galeano había dicho que esta estatua no era de Morazán, pero más tarde pidió disculpas y dijo que iba a rectificar, sin embargo, cada vez que se reproduce su discurso del Premio Nobel, aparece la supuesta falsedad del monumento a Morazán.
Estas imágenes le dan sentido a la identidad nacional y al prestarles atención conectan a cada persona de esta nación con sus raíces, pero este recorrido con otra mirada también daría la impresión de una historia sin nueve pueblos indígenas ni mujeres que lucharon y luchan por alcanzar hitos de liberación y progresos.
Quizás sea por eso que aunque embellecen la historia contada también puede volver a relatarse y quizás también sea por eso que derribar estatuas además se ha convertido en un punto para reconstruir la historia. Por eso mientras algunos monumentos reciben flores, otro son derrumbados…
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Por Luis Hércules
Tegucigalpa, Honduras | Reporteros de Investigación. Las estatuas suelen usarse para homenajear personas, momentos históricos o cosas que refieren a un contexto compartido por una sociedad. Pero más allá del homenaje se pueden encontrar luces y mensajes escondidos de la forma en que el poder cuenta historias desde su narrativa.
En varias ciudades del mundo se han visto escenas en los últimos años donde grupos organizados derriban estatuas que hacen referencia simbólica del fascismo que ha caracterizado al poder.
Pero iniciemos enumerando las estatuas de las ciudades gemelas, Tegucigalpa y Comayagüela, que narran una historia.
Vamos a empezar con una que ha sido derribada en muchas partes del mundo; hablamos de la estatua de Cristóbal Colón que estaba en Comayagüela.
El 12 de octubre de 1997; el día “de la Raza” o “Descubrimiento de América”. Para entonces ya existía el Consejo Cívico de Organizaciones Populares de Honduras (Copinh), mismo que se encargó de derribarla como una manifestación en contra del significado de tal “celebración” y denunciando 505 años (en 1997) de la «masacre cometida por los españoles».
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A continuación, volemos a Tegucigalpa y acercamos al parque La Leona, donde se encuentra otra estatua que ha sido victima de la indignación popular en varias ocasiones, la del fundador del Partido Nacional, Manuel Bonilla.
Hace unos días circularon fotografías que alertaban el derribo, pero rápidamente se confirmó que las imágenes eran de diciembre de 2017, durante la crisis post electoral. Contexto en el que su cabeza rodó por el pavimento y su cuerpo yacía en el parque.
La primera vez que fue derribada fue en 1919.
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Luego bajamos caminando por las curvas de la Leona y llegamos al parque Los Dolores donde nos sentamos en las bancas y observemos la estatua de San Miguel Arcángel, patrono de la ciudad. Un ángel guardián luchando contra la figura de un “demonio” que representa el mal.
No es nada raro señalar que las oligarquías de la capital fueron siempre católicas y de diferentes sectas de la misma religión. El catolicismo es una religión bastante fascinada de las figuras de cerámica y por ende, gusta de tales representaciones.
También, es como todas las religiones creyente de que hay que mantener permanentemente una lucha contra el mal y eso se traslada a la eterna rivalidad entre las personas, misma que se traduce en una lucha política entre conservadores y liberales, más allá de los partidos.
Por lo que, la ancestral crisis política que arrastra el país va más allá de lo electoral.
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Saliendo de la Plaza Los Dolores, rumbo al Este y en dirección al Parque Central, nos encontramos con la estatua de Francisco Morazán Quesada, con 137 años de haber sido ubicada en el parque, bajo la administración de Marco Aurelio Soto.
Desde entonces, el homenaje al General ha pasado por diversas restauraciones, pero sobre todo, múltiples leyendas que han debido ser verificadas. Como el mito urbano que refería que la estatua no era realmente de Morazán, sino del mariscal francés, Michael Ney que vivió entre 1700 y 1800 y de un parecido bastante aceptado al prócer hondureño.
La historia es que durante el gobierno de Soto, se envió a una comisión a Francia para mandar a hacer la estatua, pero estos se habrían mal gastado el dinero y compraron una que ya estaba hecha y que una ciudad francesa no quiso aceptar; la del mariscal.
En la estatua, Francisco Morazán se encuentra de lado, sin ver de frente a la Catedral. Hecho que ha significado para muchas personas un acto de irreconciliación con la iglesia durante la trayectoria política del General.
Además, en el mismo parque se encuentran las estatuas de las “4 Estaciones”. Seguramente si usted ha pasado por el parque Central, nunca las haya visto, pero están ubicadas en las cuatro esquinas frente a la Catedral.
El Otoño lo representa la de Diosinio y su leyenda en la placa, reza: “Dios del vino y de la vid. Y simboliza la lucha de vivir, dotaba de fuerza y alegría a los hombres y era exaltador del placer del optimismo.”
A la Primavera la representa Perséfone, su placa dice: “se le considera así porque en los 3 meses que podía pasar al lado de su madre (Démeter) traía la fertilidad de las tierras.”
El Verano es representado por Démeter, la madre de Perséfone y dice: “se caracteriza por ser representado por una mujer de aspecto majestuoso, corona de espigas y haciendo en la mano una amapola.”
Y el Invierno, por Cronos; “hijo de Urano y de la Tierra. Considerado como el Dios del Tiempo, del Sol y de la cosecha.”
Si seguimos caminando en dirección al Congreso Nacional, llegamos al parque la Merced, cerquita del palacio legislativo.
Allí nos encontramos a José Trinidad Cabañas y José Cecilio del Valle en la Merced y el indio Lempira en la plaza del Congreso.
En los alrededores del Centro de Tegucigalpa también es posible encontrarse con la de Dionisio de Herrera en el monumento al Soldado y luego hay parques que permiten el descanso antes de tomar un bus y subir hasta el parque El Picacho donde se encuentra la estatua más grande y que observa las dos ciudad;
El Cristo del Picacho.
Y al bajar del Picacho, si nos vamos rumbo al bulevar Los Próceres, el primero en recibirnos es Simón Bolívar; que espera en ese lugar desde 1882, también de la administración de Marco Aurelio Soto.
En dicha avenida, inicialmente había 20 bustos en homenaje a héroes del continente, en la actual quedan 16 y tienen en común ser próceres independentistas y fundadores o reformadores de sus países.
IDENTIFICADOS PRÓCERES DE AMÉRICA: José María Morelos (México), Miguel Hidalgo (México), Benito Juárez (México), Simón Bólivar (Venezuela), Antonio José Sucre (Venezuela), Andrés Bello (Venezuela), Fulgencio Yegros (Paraguay), George Washington (EEUU), José Da Silva Xavier (Brasil), José de San Martín (Argentina), Bernardo O Higgins (Chile), Francisco de Paula (Colombia), Justo Rufino Barrios (Guatemala), José Manuel Arce (El Salvador), Cleto González (Costa Rica) y Juan Pablo Duarte (República Dominicana).
Y sí agarramos un rápidito al final del bulevar, rumbo a la UNAH, nos vamos a encontrar al Padre Trino. Mismo que no ha sido derribado, pero si intervenido en muchas ocasiones durante los procesos de las luchas estudiantiles.
El Padre Trino ha sido encapuchado y pintado con la “A” de Anarquismo un par de veces en los últimos años.
Saliendo de la UNAH, rumbo a la Basílica de Suyapa encontramos una plaza con una estatua de la virgen patrona de Honduras; Suyapa.
Siguiendo el bulevar de las Fuerzas Armadas en un bus amarillo, nos bajamos cerca de Las Brisas y caminamos rumbo Corte Suprema de Justicia, en la entrada se puede observar a la Diosa de la Justicia, Temis.
Misma que también ha sido intervenida en múltiples ocasiones, aludiendo las constantes violaciones a la justicia en Honduras.
Después, en un taxi directo tomado a las afueras de la Corte, pedimos que nos lleve al Parque El Obelisco, donde encontraremos un monumento que data desde 1921; cuando el gobierno del General Rafael López Gutiérrez tomó la decisión de construir un monumento que serviría de marco para la conmemoración del primer centenario de la Independencia Nacional. (1821-1921)
Y para ir cerrando el tour, nos vamos al Parque La Libertad, contiguo a Centro de Arte y Cultura de la UNAH y la Escuela Nacional de Bellas Artes; donde nos recibe en una banca, la estatua del poeta modernista Juan Ramón Molina, construida en 1992.
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Simón Bolívar, El Libertador de América
Francisco Morazán, el Libertador de la federación centroamericana.