Por Carlos Méndez
Tegucigalpa, Honduras | Reporteros de Investigación. Ese día que llegó a nuestras manos el periódico abultado de anuncios publicitarios, nos encontramos accidentalmente con un suelto breve, de redacción fría, simplona y un titular de desgano que nos conmovió el día. Comenzaba mayo de 1997. En un espacio de irrelevancia en el tabloide se podía leer: Muere Freire.
Un 2 de mayo, de 1997, murió el educador brasileño Paulo Freire, autor de la “Pedagogía del oprimido”, obra que influyó en millones de personas fundamentalmente de América Latina y África. Freire reinventó su propio método de alfabetización en el que pretende “devolver la palabra a aquellos que han sido condenados al silencio”. Freire murió de un ataque el corazón, terminaba diciendo aquella seca y frágil nota.
Eso fue hace mas de veinte años, en un mes como hoy. Muchas personas que admiraban a Freire no se dieron cuenta de esta nota, casi imperceptible, de un periódico local, ni tuvo ninguna mención esta vez. Frente aquel acontecimiento, Pedro Pontual, Presidente del Consejo de Educación de Adultos de América Latina (CEAAL) y compañero de trabajo y de ideales de Freire dijo: Murió de una manera previsible: “Le falló su corazón, porque fue talvez lo que más usó en su vida”.
Siguiendo a Pountual, la vida y obra de Paulo Freire fue mucho más allá de la creación de un método de alfabetización. Lo trascendió en teoría y práctica. Planteó que “el dominio de la palabra, saber escribir y leer, solo tiene sentido si se traduce en libertad, visión de los oprimidos, esperanza y autonomía para el cambio y la transformación”
Rechazó la idea de neutralidad en la educación y se indignó siempre frente a una ideología fatalista impregnada por la globalización y el mercado para lo cual opuso a ello, la idea de la esperanza, de revalorización de la ética y de una utopía transformadora a través de la construcción de una ciudadanía activa, de un sujeto histórico, que puede hacerse con una marcada intencionalidad educativa pero también nos alertó que si es “verdad que la ciudadanía no se construye apenas con la educación, también es verdad que sin ella no se construye la ciudadanía”.
Recordando al sabio Sócrates, insistió en todos los educadores que pretenden generar procesos de construcción colectiva de conocimiento, a estimular el hábito de preguntar y repreguntar sobre la realidad. “Es necesario desarrollar una pedagogía de la pregunta –remachó- porque siempre estamos escuchando una pedagogía de la respuesta. Los profesores contestan a preguntas que los alumnos no han hecho”. Pero también dijo que enseñar exige respeto a los saberes de los educandos y también, seguridad, capacidad profesional y generosidad. En Honduras algunas organizaciones de la sociedad civil han puesto en práctica la teoría y práctica saberes de la Educación popular concebida desde el pensamiento del educador brasileño. Se podría mencionar a un par de ellas con mucho mérito: la Acción Cultural Popular Hondureña (ACPH), la longeva institución impulsada desde la iglesia católica y que sobrevive, aun hoy, con muchas limitaciones, pero con mucha tenacidad. ACPH nació a principios de los años sesenta del siglo anterior.
La segunda institución que se puede colocar es al Centro de Comunicación popular de Honduras (CENCOPH) que surge en mayo de 1976. Esta última institución impulsó proyectos importantes de Educación y comunicación popular, bajo una concepción metodológica dialéctica (CMD) obteniendo impactos en el movimiento sindical obrero, centrales campesinas como el FUNACAMH; la todavía sobreviviente Central Nacional de Trabajadores del Campo (CNTC) y en grupos de Derechos Humanos como el Comité para la defensa y promoción y defensa de los Derechos Humanos (CODEH)
Aquella mañana en que nos dimos cuenta del fallecimiento físico de Paulo, a través de aquella nota frágil y triste, de un tabloide local, volvimos a recordar estos fragmentos incompletos y nos acordamos del ser humano con su barba blanca que por siempre no dejará de caminar por nuestra América Latina tocando nuestros espacios senti pensantes diciendo su palabra y compartiendo su amor por la humanidad.
Un país como el nuestro debiera en su oportunidad llevar la Educación popular al sitio que se merece e institucionalizarla a nivel masivo, en todas partes para recoger una exigencia pedagógica proclamada por el propio Francisco Morazán quien apuntó hace exactamente dos siglos, que “La educación popular es el alma de las naciones libres”.
Justo ahora que estamos cerca de la celebración del bicentenario de una independencia cuestionada, es bueno rescatar la intencionalidad pedagógica que proponía Morazán y enriquecer su pensamiento con herencias iluminadas como las que dejó a todo América Latina, el propio Freire para siempre.
¡Con modestia pero con cariño, ¡dicho está!