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Ramón Oquelí y la democracia posible

Por: Rossel Montes

Tegucigalpa, Honduras | Reporteros de Investigación. Se han escrito muchos artículos sobre la obra de don Ramón Oquelí, libros que intentan explicar o narrar la vasta obra de un intelectual que dejó una marca considerable en la academia hondureña, Algunos libros, entre ellos el libro de Rolando Sierra publicado después de su muerte.  Pero considero que aún falta una investigación profunda sobre su pensamiento político, sus posturas teóricas respecto de otros intelectuales, la evolución de su formación teórica. Fue un ensayista, bibliógrafo e historiador. Catedrático de Sociología, Ciencias Políticas, Historia.  Durante sus estudios en España tuvo contacto con filósofos de la talla de Xavier Zubiri, del cual llego a decir que era muy complicado y oscuro, de José Luis Aranguren tomo su ética, Aranguren fue e maestro de muchos pensadores actuales como Adela Cortina, Victoria Camps, Oquelí retomo su ética para observar la vida cotidiana, siguiendo en algunos pasos seminales a la filósofa y socióloga Agnes Heller, a la cual seguramente llego a leer.

Oquelí fue un agudo observador de la vida cotidiana hondureña, de los entramados del poder, su época fue una tumultuosa crisis social entre el tímido desarrollismo llevado a cabo por los militares, golpes de Estado, conservadurismo, antidemocracia, atraso, elites apátridas, solo es de analizar algunas de sus observaciones:

“Los criminales obtusos que administran el poder, consideran como necesarias irremplazables operaciones de “limpieza”. Vamos de “gobiernos surgidos de un golpe militar a otros con fachada civil” 

Es evidente que a estamos ante un intelectual que no le tiembla a mano para decir las verdades, sin temor a poder establecido, como diría Alain Badiou, el intelectual no debe ser un mero observador, sino un militante de la verdad, un combatiente. Esos criminales obtusos son los que han impedido que en Honduras devenga en un Estado nacional fortalecido, con instituciones fuertes y democráticas, las elites criminales impiden el desarrollo de la democracia en aras de perpetuar el poder y han convertido a Honduras en el país centroamericano más empobrecido de la región, de cuando Oquelí vertió estas palabras la situación se ha agudizado.  

En buena medida la obra teórica como historiador de Oquelí estuvo encaminada a despertar la conciencia histórica, encaminada a la creación de una identidad nacional, dicha identidad siempre fue difusa producto del fracasado proyecto de un Estado nacional ¿Honduras un Estado Nacional? Se preguntan el historiador Juan Arancibia. 

“Seguimos siendo como decía Morazán una “patria” vacilante e incierta” 

Como científico social no solo fue observador de los acontecimientos históricos, de los excesos de las lites gobernantes, obviamente que el teórico social puede ser un mero observador y dejar a un lado sus valoraciones axiológicas siguiendo más o menos los postulados de Max Weber o la epistemología Durkhemiana de apreciar la realidad social como “cosas”. Pero nuestro pensador no era un pusilánime o timorato al momento de describir la realidad social, para Oquelí la realidad de intelectual está envuelta en un entramado teórico práctico que Gramsci acuñó como praxis, la praxis transformadora de la democracia participativa.  Oquelí siempre fue creyente de que la única forma de sacar adelante a Honduras era con un fuerte proyecto nacional de desarrollo que involucrara a todos los sectores de la vida nacional, y esto no es otra cosa que una democracia participativa. La democracia participativa en temimos del teórico canadiense B. Mapherson es una continua formación de ciudadanía, una sociedad civil potente y activa, ya que esto impide que la democracia se convierta en meras instituciones formales que perpetúen el poder de elites divorciadas de la democracia deliberativa. Carole Pateman también aseveraba que a participación es el abc e a democracia y no la mera elección periódica de elites gobernantes. Pateman pensaba que la democracia elitista vaciaba de forma sustantiva y verdadero valor integral de la democracia, deshumanizando la capacidad transformadora y ética de la democracia.  

Habría que ver que tanto estuvo empapado envuelto Ramón Oquelí en los debates de finales del siglo XX sobre la teoría democrática, donde la filosofía política y la ciencia política discutían sobre las democracias posibles y la democracia real y la ideal, autores como Robert Dahl, Geovani Sartori, John Rawls, Robert Nozik, Michael Sandel, Hannah Arendt la cual Oquelí siempre mencionaba en sus escritos.  

«Esta cosa siempre triste que se llama Honduras, sigue debatiéndose en círculos continuos de miseria, horror, sometimiento, inmovilismo, irresponsabilidad e ineficiencia”. 

Honduras es una cosa triste, lo es como novela de terror, donde los protagonistas no saben cómo escapar del terror, pero que bueno sería que solo fuese una pesadilla, es una realidad, palpable muy real, que quizás sobrepasa la ficción. Esa cosa triste que Oquelí menciona aun es liderada por delincuentes que no enticen, ni les interesa saber que es gobernar un país, que es gobernar con justicia y ética, que es gobernar para el bienestar general, que la potencia y la potestad (Dussel) a final deben encontrar su cauce dialectico para así transformar la realidad.  

Ramón Oquelí Garay fue uno de los grandes intelectuales de nuestra nación, dejó un legado teórico que ha facilitado a las nuevas generaciones de investigadores poder estudiar los imaginarios nacionales y redes de poder y vida cotidiana.  Un intelectual y un demócrata radical, e cual se opuso al despotismo de las elites criminales. Lamentablemente no podemos decir lo mismo de algunos de sus discípulos, los cuales tienen posturas reaccionarias o tímidas respecto de los actuales acontecimientos nacionales. 

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