Por Enrique Flores Lanza
Tegucigalpa, Honduras | Reporteros de Investigación. Está prohibido olvidar. Doce años de resistencia se llevan en la piel y en el corazón y son el sello indeleble de nuestra lucha permanente por una patria digna, con justicia, bienestar y paz. Solamente la memoria puede salvar a nuestros mártires del olvido indolente. Recordar es un ejercicio obligatorio para librarnos de las traiciones y corregir los errores.
No podemos olvidar que mientras los militares con la fuerza brutal de las armas expulsaban al Presidente y reprimían al pueblo, en el Congreso Nacional diputados traidores a la patria nombraban al ilegítimo sucesor, al mismo tiempo las cúpulas golpistas ordenaban a magistrados y jueces fabricar y hacer montajes de juicios, dictar órdenes de captura, perseguir, desprestigiar y estigmatizar al Presidente, a sus ministros, a los dirigentes populares y a los ciudadanos que ejercían su derecho a la protesta social y luchaban por retornar a la democracia.
Recordemos que los criminales que aplastaron la voluntad del pueblo, se premiaron decretando su propia amnistía y no bastándoles, se apropiaron del derecho de señalar a las víctimas como corruptos y nos sometieron a un aparato judicial espurio que de manera vergonzosa sigue al pie de la letra “órdenes superiores”.
No olvidemos que la comunidad internacional exigió a la Dictadura en reiteradas ocasiones: poner fin a la persecución y liberar a los presos políticos. Recordemos que la Comisión Especial de la OEA, la Alta Comisionada de Derechos Humanos de la ONU, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos y la Comisión para la Verdad y la Reconciliación Nacional, concluyeron que los juicios que nos fabricaron son políticamente motivados y recomendaron ponerles término. Hoy, sumamos que, iniciando el 2022, la CIDH admitió la demanda que como funcionarios del Gobierno derrocado interpusimos contra el Estado de Honduras por el Golpe de Estado y la persecución política.
Mi familia no puede olvidar la humillación sufrida durante más de una década, tras años de ser sometidos a una cruenta e implacable revisión de nuestro empobrecido patrimonio, al no encontrar “indicios de enriquecimiento ilícito”, finalmente el Tribunal Superior de Cuentas no tuvo más remedio que extendernos el respectivo finiquito de solvencia. Nos convirtieron en apátridas, nos tildaron de criminales, nos robaron 12 años de vida en los que tuvimos que llorar a la Patria y a los seres queridos en tierras lejanas.
Les digo, es imposible olvidar a los que trataron de legitimar el golpe de Estado y cerraron los ojos frente a los crímenes que terminaron con la vida de muchos compatriotas, a los que con sus camisetas blancas aplaudieron la Amnistía otorgada a los golpistas, aquellos que apoyaron la ilegal reelección de JOH, los que callaron ante el fraude electoral y se beneficiaron de la Dictadura, ELLOS SON ENEMIGOS del pueblo y se oponen a que se ponga fin a la persecución contra los presos, perseguidos y exiliados políticos.
La historia registrará a los que, en un afán enfermizo de notoriedad, se dan baños de pureza y se rasgan las vestiduras como tumbas blanqueadas, denunciando un presunto “pacto de impunidad” porque el decreto incluye delitos que los golpistas acomodaron a su antojo, a espaldas de las víctimas, sin oírnos, para neutralizar el rumbo de nuestros destinos personales, para borrarnos como ciudadanos y cortar con las tijeras de su ignominia el ejercicio de nuestros derechos civiles y políticos. Estamos seguros que estos “manos blancas”, desde la comodidad de sus cargos, jamás someterían su destino y el de sus familias a manos de este Ministerio Público y este Poder Judicial.
“Si un traidor puede más que unos cuantos, que esos cuantos no lo olviden fácilmente”. León Gieco.