Por: Rossel Montes
Tegucigalpa, Honduras | Reporteros de Investigación. ha sido un Estado-nación en crisis permanente, crisis sucesivas, pero no las crisis sucesivas de capital teorizadas por Marx estudiando el capitalismo británico, ni la teoría de la revolución permanente de Trotsky, ni las crisis de la filosofía en occidente, no, es la crisis sempiterna de una nación que está luchando por democratizar sus arcaicas estructuras socioeconómicas y políticas.
Venimos saliendo de una narco dictadura de 12 anos, aunque hay que insistir que el pueblo pocas veces ha sido participe de las bienaventuranzas de la democracia formal, el siglo XX- y esto lo puede constatar algún historiador riguroso de siglo XX como Marvin Barahona, la democracia en el siglo XX en Honduras es una entelequia. En esto último tenía mucha razón Matías fuñes. En ese sentido, el pueblo siempre ha estado dominado por una dictadura, unas veces disfrazada de democracia y otras veces en dictadura abierta. Las elites han ejercido una dominación brutal en las estructuras del país que las masas han tenido pocas oportunidades de maniobras a su favor. Se hace mucho énfasis en que hemos salido de una reciente dictadura, pero hay que exaltar que la dictadura de las elites viene desde la misma fundación de este país.
Estamos viviendo fenómenos totalmente históricos, la dialéctica de la historia no es ajena a las formas de estructuración de la sociedad por venir, ni los tipos antropológicos del nuevo individuo que deseamos, lo que tanto teorizó el marxismo del siglo XX, que, aunque el Hombre nuevo no ha devenido, la utopía debe buscarse y es parte de los imaginarios sociales y socio-históricos.
En Honduras el nuevo gobierno tiene un reto sin precedentes, ya que es la primera vez que están en el poder, tienen la oportunidad histórica de demostrar con la praxis la superior moral, ética y política de dicho instituto. Un retorno al Estado de derecho es un imperativo categórico, un llamado a una asamblea nacional constituyente para reorientar el sistema político hacia una democracia participativa, un sistema de partidos que representen los intereses de las mayorías y devengan en facilitadores para el pluralismo democrático y se alejen de la idea weberiana del sistema de partidos como un gran mercado capitalista. El combate radical contra la corrupción exacerbada vista en la última década que tiene al país en el más ignominioso atraso. Es importante retomar la ética para la construcción de una nueva sociedad e individuos comprometidos con la colectividad, el bien común y los más altos valores ciudadanos. Creo que la senda de una posible transformación político-social recaerá en los movimientos sociales, que, aunque actualmente dormidos deberán irrumpir y cumplir con sus deberes históricos.