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Poder popular y sociedad civil

Por: Carlos Méndez No es fácil hablar sobre qué es ni quienes son la sociedad civil, en esta Hibueras de siempre. Es medio enredado para muchos, aunque a la sociología local le resulte pan comido. Pero sépalo, para muchísimas personas, la sociedad civil son tres letras del abecedario: ASJ (Asociación para una Sociedad más Justa) y en otras, la “sociedad civil” la consumen a base de nombres con  apóstoles iluminados de la Iglesia Evangélica, que en el gobierno anterior tomaron por asalto, el cielo azul con su estrella solitaria y que ahora andan consiguiendo diezmos en Miami o nacionalizándose como píos nicaragüenses para escapar de la mira de la DEA y de la todavía controlada justicia hondureña. Pero la sociedad civil es algo más que siglas. Tratando de no gastar tinta abordando conceptos, por cuestiones de espacio, porque aquí no hay peros que valgan: “¡Compa, déjese de cosas, comprima los mega discursos” -porque hoy la gente no aguanta ni siquiera un par de cuartillas angustiadas-!  Así que disculpe si somos simplistas o superficiales; conformémonos con ver a la sociedad civil como “la diversidad de personas con categoría de ciudadanos situado fuera de las estructuras gubernamentales, incluso de los partidos políticos, (…) y que de manera colectiva actúan para tomar decisiones en el ámbito político (Wikipedia). Leticia Salomón, en  conferencias y libros, acota que esto que llamamos sociedad civil en Honduras incluye a “grupos de obreros, empresarios, e incluso iglesias y también a pobladores urbanos y rurales (patronatos), campesinos, colegios magisteriales; organizaciones que trabajan con mujeres, estudiantes, etnias, tercera edad, discapacitados, menores infractores; municipalismo, derechos humanos y ciudadanía y conocidas popularmente como Organizaciones no gubernamentales (L. Salomón en: El Poder Legislativo en la Democracia y la Integración, Rony Rodríguez y Marcelo Álvarez, Editores, UPD, OEA, 2001). En la praxis de la realidad hondureña localizar y decir sobre la sociedad civil podría resultar interesante, aunque es un tema poco discutido y peor, si alguien se atreve a tomar iniciativas que cuestionen el carácter antidemocrático con elegancia autoritaria y de corrupción solapada que sobrevive hoy por hoy en algunas agrupaciones colectivas en el país. ¡Ni quiera Dios! Y conste que no omitimos, la beldad mafiosa de las fundaciones y Ongs que inventó el cachurequismo para drenar recursos millonarios y que fueron a parar, usted ya sabe dónde y porque la UFERCO va tras ellos. ¡Dios! ¡Cuánta falta hace hablar de la sociedad civil hondureña! No se toca talvez por indiferencia ingenua o alguna reverencia al mito difundido sobre figuras seductoras de algunas agrupaciones sociales que permanecen en el poder a perpetuum, y que se hacen representar “por las bases sociales que se cuentan “por cientos de miles” pero que a la hora de la hora no hay nada de sustento comunitario. Solo manipulación grosera, en donde el ejercicio de eso que llamamos democracia y participación, son una caricatura para engañar bobos, -creen ellos-, pero que les resulta rentable por los espacios que abren en las estructuras gubernamentales. ¡Maldición! estos “lideres” de sociedad civil interiorizaron y recrearon con picardía astuta, las prácticas autoritarias de los militares y políticos golpistas de los años 60, 70 y 80, del siglo anterior; pero también se embolsaron con oficio vocacional, las prácticas de corrupción de los pervertidos partidos políticos tradicionales que han desgobernado durante más de 170 años. Por si fuese poco, estos “lideres” sindicales “obreros” gremios de periodistas (ver caso Hermes) etc., hoy por hoy, la gente los puede ver viviendo vida deliciosa en sus carrazos, grandes haciendas y viviendas lujosas sin poder justificar de dónde sacaron el pisto; también a líderes religiosos viviendo en opulencia, no necesariamente por los diezmos de sus fieles enajenados, sino por servir de celestinos del poder más cretino y corrupto como los que este pueblo no olvida.   En el abanico de las organizaciones de la sociedad civil hondureña, que no son pocas, de sobra está decirlo, urge debatir acerca del ejercicio democrático y valores éticos de las agrupaciones que la conforman ¿por qué? Porque sin democratización y combate a prácticas autoritarias y de corrupción en las organizaciones sociales en su nivel de liderazgo y de base, no es posible construir poder popular ni muchos menos fortalecer la patria que soñamos y/o forjar, valores humanos, con marca o registro catracho.        

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