
Nota informativa
Tegucigalpa, Honduras | Reporteros de Investigación. Los indígenas de la Reserva de Biosfera Tawahka han sido un pueblo indígena olvidado en uno de los exuberantes rincones mesoamericanos de esa soledad de América Latina que Gabriel García Márquez describiera al contar las extravagancias novelescas de políticos corruptos.
Han estado expuestos y han sido desplazados por políticos implicados en narcotráfico, tala ilegal, ganadería extensiva y tráfico de fauna silvestre. Acá viven los indígenas Tawahkas y Misquitos en armonía con la naturaleza.
Han pasado cuatro meses desde que la presidenta de Honduras Xiomara Castro anunciara en Catacamas, el municipio más grande de Honduras, la instalación del primer batallón verde de los tres que piensa implementar para la protección de bosques y reservas naturales.
En la última década en Catacamas, en el departamento de Olancho, políticos y el crimen organizado abrieron una narcocarretera, que conecta con la Mosquitia hondureña, en el departamento de Gracias a Dios y con Nicaragua.

Primer puesto de control en la zona indígena

El equipamiento de la instalación costó un millón ciento sesenta y ocho mil lempiras (Unos 47,300 dólares). Adicionalmente, se están invirtiendo fondos de otros donantes como el Departamento de Estado de los Estados Unidos (INL) y la organización conservacionista Re:Wild.


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