(Santos Guzmán de Testimonios urbanos))
Por Carlos Méndez
Tegucigalpa, Honduras | Reporteros de Investigación. La colonia marginal “14 Enero”, declarada como inhabitable, desde 1982 está sembrada, con todo y su gente, en un mortal como gigantesco hoyo, al noreste de Tegucigalpa, entre la Columbus y la residencial Centroamérica oeste. A la par de su entrada principal, fluye tránsito vehicular a todas horas por algo conocido como el boulevard de las “Fuerzas Armadas”, allí por donde se erige una valla publicitaria del alcalde para «salvarnos» a todos de la miseria y el hambre, es aquella, con su exaltación cínica para engañar bobos de: ¡Primero los pobres!
Año con año, cuando viene el invierno, sus 750 habitantes que se albergan en estas 150 viviendas maltrechas y en laderas, sobreviven las 24 horas entre el miedo y el dolor, cuando vienen las primeras y subsiguientes lluvias porque casi siempre se produce una tragedia debido a los deslaves y aguaceros copiosos que traen consigo, lodo, piedras que destruyen casas endebles y bienes de gente muy pobre, abandonada por la indiferencia de la municipalidad, el Estado y la sociedad entera.
Declarada como zona inhabitable, la “14 de Enero” año con año, además de los deslaves, también pasa ratos tan desagradables como los derrumbes, y cuando encara a funcionarios municipales de la peor estofa que llegan al asentamiento para convencerles que se salgan del lugar a toda costa.
-¡Váyanse de aquí, ¿por qué son necios?, ¡caramba! ¡Regresen a sus aldeas de donde nunca debieron venirse!- les vomitó una funcionaria municipal.
Aquel año, Santos Guzmán, aquel cipote campesino que a los 17 años se vino de Guaymaca, en donde cultivaba frijoles y hacía rapaduras de dulce con su padre y hermano, ya no estaba allí, en su colonia querida, para oírle gritar a los municipales, con rabia y fuerza colectiva: -¡Señores, no estamos aquí por puro gusto
!Que creen! Nos encantaría vivir en un barrio con todas las condiciones para vivir, pero esto es lo que tenemos y por eso luchamos ¡No nos vamos a ir de aquí porque esta es nuestra tierra y aquí nacieron y siguen naciendo nuestros cipotes!
Guzmán tampoco estará este invierno para luchar por su familia y su comunidad a la que vino cuando “esto era un montarral, y lleno de árboles frutales”, porque nuestro amigo y el hermano comunitario de siempre, el peleador por el agua potable, las gradas y caminos de acceso para su comunidad, se nos fue una madrugada trágica de agosto en 2010.
El cuerpo de bomberos de Tegucigalpa a través de los periódicos y la radio anunció que “cinco personas murieron la madrugada de este domingo en la marginal colonia “14 de Enero” al caer enormes rocas sobre seis viviendas producto de las lluvias. Asimismo, señaló que el desprendimiento ocurrió a causa del ablandamiento del suelo por la gran cantidad de lluvia caída entre anoche y la madrugada de hoy”. En una de estas casas, dormían plácidamente Santos, nuestro amigo y luchador comunitario imperecedero, su esposa Rosario y sus hijos. A Santos también se lo llevó la tragedia
Seis años atrás, Santos Guzmán en conversación fresca y espontánea nos contó, con su memoria privilegiada, el día que salió de su aldea, con una alforja llena de rapaduras de dulce, y ciento cincuenta lempiras en sus bolsillos y que su padre había ahorrado con harto sacrificio.
Carlos Méndez (RI):, ¿Qué le atrajo de la ciudad para venirse?
Santos: Me gusta esta ciudad porque todo es práctico. Lo bonito es que cuando uno anda en la noche es que se mira todo iluminado. En las aldeas no se mira eso. Uno en la aldea cuando mira iluminado son las veces que se hace una llamarada con palos de ocote en los patios de las casas, o cuando hay luna llena, redonda, como una toronja. Pero, sabe, cuando uno viene a Tegucigalpa por primera vez, uno se azorra al ir entrando a la ciudad ya que se mira bien iluminado por todos lados.
Carlos (RI). ¿Y logró lo que quería al establecerse en la capital?
Santos: Sí. A pesar que, al nomás llegar acá unos ladrones me robaron la alforja con los atados de dulce y los ciento cincuenta lempiras que me había dado mi papá. Cuando me vine de Guaymaca, me metí al batallón de las Tapias para hacer el servicio militar. Luego me puse a estudiar y a trabajar como celador en la vieja Escuela Superior del Profesorado. Por este tiempo ya tenía a mi esposa y mi hija de 3 meses.
Carlos(RI): ¿Cómo y porque se vino a vivir a la “14”?
Santos: Yo estaba aburrido de estar alquilando casa, y en unos cuartos bien chiquitos donde apenas cabía una cama plegable. En eso anduve como judío errante, 9 años completos. Luego me di cuenta que aquí vendían una casa. La vine a ver y la verdad, no me gustó. Aún así, la compré, pensando que con el tiempo la iba a arreglar y ponerla bien bonita y por eso estoy aquí donde me ve.
Carlos (RI): ¿Y cómo ha sido su vida en la colonia?
Santos: Tranquila, pero fíjese que al nomás venirme a la colonia, la gente, no sé por qué, me metió al patronato como secretario. Estando allí, hemos hecho varias cosas buenas. Antes, como sabe, el camino de entrada a la colonia era bien chiquito. Era un camino de hormiga y ahora tenemos un camino bien ancho. También ya metimos el agua por cañería y allí vamos. El sueño es que tengamos una colonia con todos los servicios básicos, con áreas verdes en donde puedan jugar los niños y que tenga muros de contención para evitar las tragedias que hemos vivido.
Carlos (RI): Si a usted le tocara volver a la aldea ¿qué lo movería su regreso?
Santos: Aquí se tienen más opciones para sobrevivir que en la aldea. Allá tenía que caminar bastante para poder conseguir un trabajo y comprarme una mudada o hacerme para un tiempo de comida.
La única razón por la cual yo me daría de guinda de esta colonia para regresar a la aldea es que yo tenga un grave problema aquí. Pero eso lo tengo borrado de mi mente. Por lo demás, en mi cabeza no está el regresar a mi aldea. Aquí está todo lo que tengo y quiero: mi hogar que quiero sea sano y honrado; mis hijos a quienes quiero lo mejor que yo no pude tener. Quiero que ellos estudien aunque yo no ande bien cambiado.
Ahorita estoy luchando por mi hija para que estudie. !La voy a apoyar hasta el último día de mi vida. Se levantó de su taburete y nos invitó a otra taza de café.
No lo volví a ver nunca más.