Para escapar de la inundación y de la violencia de género, Maura y sus hijas caminaron más de 140 km para dormir en la rampa de una bodega en el mercado Dandy de San Pedro Sula, un sitio seguro dice Maura, porque «en los albergues acosan y abusan de las mujeres.»
Maura se resistió a abandonar lo que había construido durante una década de trabajo doméstico, como ella, cientos de familias del sector de la Rivera Hernández en San Pedro Sula, ignoraban el riesgo de quedarse en sus casas durante el paso de la Tormenta ETA “Las autoridades tenían planificada la semana Morazánica y nadie hablaba de la tormenta, no hubo ningún anuncio para priorizarlo sabiendo que vivimos en lugares muy vulnerables”, reclama consternada.
 
“Barrio pobre, Barrio bravo”
Lo que abunda en la Rivera Hernandez es la ausencia del Estado. Insight Crime.
La Rivera Hernández, Uno de los sectores más violentos y postergados de la capital industrial, fue paradójicamente fundado con familias damnificadas de otro tiempo, en septiembre del 74 el Huracán Fifi cobró la vida de más de 8mil personas dejando a otros miles sin casa y en la miseria. Cuatro décadas después, estas familias continúan viviendo en la periferia y las múltiples crisis por Covid_19 y las tormentas Iota y Eta solo prometen más hambre y violencia.
Para las familias de esta localidad perder lo poco que lograron acumular después de muchos años de trabajo en condiciones precarias tendrá un impacto mayor en sus economías de subsistencia, pero para las Trabajadoras Remuneradas del Hogar como es el caso de Maura,  esta situación tiene una implicancia mucho más grande; “Cuando comenzaron a llenarse las casas yo no quería salirme porque tenía miedo de dejarlo todo, es  muy fácil decir que lo material se recupera, pero para nosotras que vivimos en este país sabemos lo que cuesta, más cuando somos trabajadoras del hogar que nuestro salario es muy poco y apenas nos alcanza para comer, peor para comprarnos las cosas que nos hace falta en nuestros hogares.”

Profundización de la crisis económica y violación sistemática a los derechos fundamentales de las Trabajadoras Remuneradas del Hogar (TRH)
Maura, aún no se recupera emocionalmente de la tragedia que significa #Iota y #Eta para su familia y su comunidad, y relata atónita los riesgos que tuvieron que enfrentar para mantenerse con vida, pero dice que la crisis económica que están sufriendo como Trabajadoras Domésticas es aún más dolorosa, y reclama al Gobierno por el abandono y las múltiples violaciones a sus derechos humanos y laborales que continúan soportando sin recibir ninguna respuesta.
«Para las autoridades nosotras no existimos, las Trabajadoras Domésticas ya estábamos en una crisis por el #Covid_19, muchas de nosotras trabajábamos para otras mujeres empleadas en maquilas que fueron despedidas, así que también perdimos nuestros empleos, y las que aún tienen empleo trabajan como esclavas y es poco lo que les pagan, pero no reclaman sus derechos por miedo a ser despedidas. Sabemos que la situación va a empeorar, con esta crisis que viene nosotras nos vamos a ver más afectadas.”
En Honduras, el Trabajo Remunerado del Hogar (TRH) no es reconocido o regulado en términos de reconocimientos de derechos humanos o laborales, dicho panorama conlleva a que más de 100mil empleadas del hogar trabajen en aislamiento, siendo el contexto ideal para la explotación laboral y la precarización para sus condiciones de trabajo. Sin un marco normativo las TRH están desprotegidas frente a sus empleadores y frente al propio Estado.
De acuerdo a la OIT, en Centroamérica más del 90% de las TRH trabajan en el sector informal y en Honduras reciben en promedio el 30% del salario mínimo por jornadas que superan las 12 horas diarias. Maura, está organizada en la Asociación de Mujeres Trabajadoras Domésticas de Honduras (ASMUJERES-TD) y desde esa plataforma hace un llamado al Gobierno exigiendo la ratificación del Convenio 189 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), para que exista un marco legal que garantice sus derechos y las iguale al resto de las y los trabajadores.
La regulación del Trabajo Doméstico ha sido una demanda histórica, y se exige no solo porque les asiste el derecho de contar con las mismas garantías que el resto de la población trabajadora, sino también porque al ubicar a estas mujeres en el centro de crisis como el Covid_19, Iota y Eta en un nivel de desigualdad, están  expuestas a explotación, despidos injustificados y precarización de sus condiciones laborales y salariales, desprotección social, violencia, discriminación, abusos físicos y sexuales, los cuales se han incrementado con las restricciones de movilidad a causa de la emergencia sanitaria, sosteniendo porcentajes alarmantes de impunidad.
El Convenio 189 de la OIT asegura la protección social y derechos laborales de las Trabajadoras del Hogar. Su ratificación ofrece protección específica para el Trabajo Doméstico, establece derechos y principios básicos y exige al Estados tomar una serie de medidas con el fin de garantizar su bienestar socioeconómico.

«Me organicé en ASMUJERES-TD porque son muchas las mujeres que hacemos trabajo doméstico en el país y estoy cansada de tanta injusticia hacia nosotras y hacia nuestro trabajo, lucho por todas esas mujeres, para que también puedan reclamar sus derechos, que sepan que el trabajo que ellas hacen es importante.» reflexiona Maura.
Organizaciones no Gubernamentales de ayuda humanitaria y defensoras de los derechos de las mujeres como CARE Internacional en Honduras, priorizan en su estrategia de respuesta el apoyo a las Trabajadoras del Hogar con transferencias en efectivo para que puedan suplir sus necesidades más urgentes, pero el compromiso con este sector de la economía responde a una estrategia más amplia a nivel de Latinoamérica y El Caribe, trabajando junto a sindicatos y organizaciones de TRH, fortaleciendo alianzas con organizaciones defensoras de derechos laborales como el Equipo de Monitoreo Independiente de Honduras EMIH-Laboral para impulsar  procesos organizativos y de empoderamiento hasta lograr que el trabajo decente sea una realidad para todas las trabajadoras domésticas en Honduras y LAC.
 
Impacto Psicosocial
Las consecuencias de los desastres naturales también trascienden el plano económico para las familias del Sector de la Rivera Hernández. El daño psicosocial que supone la tragedia misma y lo que esto implica para personas sometidas a un permanente estado de alerta por los grupos del crimen organizado que operan impunes bajo la mirada pasiva de las autoridades, tiene consecuencias graves cuando se trata de reconstruir nuevamente una vida sobre nada más que la angustia.
Maura aún vive con miedo de que vuelva a inundarse su casa, durante la tormenta se dio cuenta de que no podía hacer nada para rescatar sus pocas pertenencias, solo debía salvar su vida y la de su familia “nos tocó salirnos a las 7 de la noche porque el agua ya nos daba arriba de la rodilla, caminamos kilómetros llorando, cargando a los niños, debajo de los puentes no cabía la gente y en los desvíos había cientos de personas damnificadas. La gente estaba atemorizada, “si viene el agua nos vamos a ahogar” decían. Esto no sale en las noticias, aquí hubo muchos muertos, gente que quedó encerrada en sus casas, y cuando el agua bajó, se fueron encontrando los cuerpos”.
 
Los Albergues no son sitios seguros para las mujeres, niñas y niños
“Una de mis hermanas fue rescatada de una terraza, la llevaron a un albergue donde dormía en el piso cerca de muchachos que consumían droga y también hubo denuncias de intento de violación sexual a las mujeres. En estos lugares al principio les llevaban comida, pero ahora se han olvidado de esta gente que lo perdió todo, y no se les lleva la ayuda que necesitan.”

Durante las crisis el riego de sufrir violencia aumenta de manera alarmante para las mujeres y las niñas, es por eso que Maura y su familia caminaron más de 140 km para encontrar refugio, los albergues no son sitios seguros para ella y sus dos hijas  “No quisimos buscar un albergue, nos quedamos debajo de una bodega en el mercado “Dandy” donde venden verduras y dormimos en ramplas, yo tengo dos niñas y uno de mis miedos era ir a un albergue y ponerlas en peligro porque en esos lugares acosan y abusan a las mujeres.”
La Coordinadora de Programas e Incidencia de CARE, Magda Raudales, durante la gira de monitoreo de daños en la Zona Norte del país, reveló los hallazgos del análisis rápido para conocer las condiciones en las que puedan estar las niñas y las mujeres en los albergues y poder emitir acciones que protejan su integridad física y emocional “Nuestra preocupación radica en que hay muy pocas medidas de protección que puedan garantizar seguridad a las mujeres y las niñas en los albergues, hay hacinamiento en los lugares donde duermen, en algunas escuelas hay un promedio de 7 familias por aula, que genera un alto riesgo para la vida de las niñas y las mujeres y para su seguridad y su integridad personal.”
CARE Internacional en Honduras, brinda apoyo psicosocial a las familias afectadas que se encuentran refugiadas en albergues temporales en la Zona Norte y Occidente del país, conforman alianzas con organizaciones locales para apoyar a más personas y procurar que estos sitios sean espacios seguros para las mujeres y las niñas, identificando y remitiendo casos de violencia de género y fortaleciendo capacidades para poder prevenirla,  pero el impacto es tan grande que se requieren políticas públicas orientadas a proteger y atender los efectos colaterales que dejan impactos como estos en la vida de las poblaciones afectadas, especialmente en las mujeres, niñas y niños, profundizando el dolor y demorando el proceso de reconstrucción de sus vidas.

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