Por: Columnista invitado Edduard Méndez
Tegucigalpa, Honduras | Reporteros de Investigación. Situación tan extrema en la que me encuentro, destellos fuertes como una garganta a falta de whisky gritándole a la injusticia, rompe el cielo y la discusión, y los truenos ya no son truenos, son alivio, son tierra mojada allá en mi pueblo natal, junto con el café de mi abuela y los ladridos de los perros; Ya no es extrema la tormenta, ahora es la guitarra española sonando en su vaivén, en la escena de posterior de una guerra, con olor pólvora, sangre sucia y llanto del alma.
Todo se torna en negro mientras años luego de nacer conozco al humano, ahora no huelo la tierra mojada, escucho la gota que no cesa cayendo sobre el pavimento, mi cara áspera de el humo de la ciudad, las calles con arcoíris debido al aceite derramado de los autos combinado con el agua sucia que no es más que el cuidado que le damos a nuestro propio hogar.
El amor que mi madre me enseñó cuando era un infante es ahora el compromiso a las cosas…Es dolor de perseverancia, de carencia de paz, del “no poder” al “no querer”.
La lluvia ha cesado, la última gota es este punto y final.
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