28 de junio 2018
Centroamérica es un hervidero, una caldera de conflictos políticos, económicos, sociales y, por supuesto, culturales, dadas las injerencias externas desde antes de la conquista.
Pareciera que el istmo está atravesado por el volcán del escudo nacional de Honduras y ha salido del símbolo para hacer erupción con una sempiterna lava que soterra a sus poblaciones y en la actualidad ha recrudecido.
El volcán conjunto lanza fuego, lava, cenizas y los gobernantes de estos países no piensan en sus poblaciones porque están desarraigadas de estas. El gobernante en Guatemala mantiene su «show» al aire valiéndole la necesidad de las poblaciones al extremo de negarse a recibir ayuda externa y pretextando las legislaciones restrictivas.
Nicaragua se ve regada de sangre de nuevo, crímenes espantosos y su gobernante y comparsa, se refugia tras una cortina ideológica donde un público externo le aplaude y defiende.
El Salvador forma parte del mismo escenario y mientras su economía, dolarizada sigue viento en popa, su presidente de un frente de Izquierda en el poder, recorre el mundo.
Costa Rica, lucha y quizá en su carencia de ejército presenta fuerza su ciudadanía, pero subimos un poquito y entramos al centro de la caldera; Honduras, donde el gobernante cocina a fuego lento a su pueblo, asesina con su ejército y sus políticas, el cinismo es una de sus armas y el absurdo inimaginable posee a la población que se debate en redes sociales, en caminatas cada vez reducidas, en contradicciones internas, en una transculturización que raya en un profundo coloniaje y donde la embajada americana extiende sus dominios.
Un volcán une a Centroamérica, un día de estos, de fuego o agua adquirirá la fuerza de un gigante y los Quijotes son leyenda.
¿La esperanza? Quien sabe después de abrir la primera tapa de la Caja de Pandora.