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El peligro de defender la libertad de prensa en Honduras: La titular de la Secretaría de Derechos Humanos me expulsó de una oficina de gobierno

Publicado originalmente por Reportar Sin Miedo, 1 febrero, 2022 

Por Wendy Funes

Me tomé dos días y he hecho más de diez consultas con defensores, periodistas, gente del partido en el poder antes de decidir qué hacer porque no quería escribir con mala fe y enojo. En estos días he tenido información de que no se trata de una política generalizada del gobierno, que lleva menos de una semana, sino de tres funcionarios intermedios, borrachos de poder, que parecen querer sabotear a la primera mujer presidenta de Honduras. Gracias a todxs por escucharme y por sus consejos, al final, decidí no autocensurarme aunque tenga miedos al contar esta historia.

Tegucigalpa, Honduras | Reportar Sin Miedo | Reporteros de Investigación

Me instalé debajo de la lluvia con los pies descalzos en 2011 para confrontar al poder empresarial que a mi juicio me impidió el derecho a la sindicalización y vulneró mi libertad de expresión. En este camino, me atacaron con bombardeos de gas lacrimógeno y sentí culpa y vergüenza. He estado proscrita por el sistema y etc. Me he sentido etiquetada y caminando siempre al filo.

Todas esas luchas en un contexto postgolpe y en dictadura son peligrosas porque siempre es una osadía activar por la libertad de expresión en un país con estructuras dictatoriales asesinas que se empezaban a instalar desde 2009 y que aún no han sido desmanteladas.

La gente cree que en estos años de dictadura defendimos a un “caudillo”. En realidad, defendíamos la libertad de pensar, expresarnos, organizarnos y de que se respetara la democracia y se revirtiera el Golpe de Estado y la sobreviniente dictadura que dejó muerte, dolor y un quiebre en la democracia. 

Nos enfrentamos y sacamos a luz la oscuridad de la narcodictadura y denunciamos a nivel nacional e internacional las violaciones a la libertad de expresión, no por un partido sino por la idea de una democracia participativa, real donde todas y todos quepamos con equidad, justicia y Derecho a la Verdad.

No lo hicimos para que el asesinato de más de 80 periodistas permanezca impune y que se cultiven a fuego lento más asesinatos para la prensa.

Eso me hacen temer ciertos “enchambados” con poder que se amparan bajo la bandera de “refundar” el país para utilizar un discurso público violento y dejar en la opinión pública la semiósis discursiva de que los periodistas son “muertos de hambre”.

No es verdad. Necesitan matar moralmente a su enemigo porque a ellos les incomodan los/las periodistas y parece que lo que quieren son activistas políticos, escribas que le den porras mientras se declaran de izquierda pero humillan, jerarquizan, no solo ejercen su dominio sino que lo exhiben y refuerzan esa simbología cultural de la división de clase. El sumiso se calla y obedece. 

Otros, al hurgar en su historia, han estado en complicidad con la represión, la criminalización y tienen portavoces de Relaciones Públicas que en el pasado se burlaron de las luchas populares desde las salas de redacción que compartimos.

Hay un constante peligro con la polarización y la jauría de funcionarios y sus fanáticos que atacan indistintamente a la prensa, aun a quienes siempre hemos realizado nuestro trabajo con ética y que siempre hemos auditado al poder sin recibir sobornos. 

En suma, todo esto se convierte en un discurso justificante para perseguir, agredir, callar y silenciar, si es posible con la muerte, cualquier voz crítica.

Toda la semántica es moralizante. Ellos están moralmente por encima de periodistas. Me recuerda a la película de los siete pecados capitales, protagonizada por Brad Pitt y Morgan Freeman. Ahí aparece retratado el asesino moral que mataba pecadores porque él era mejor que los demás.

El gobierno anterior silenció a los periodistas con asesinatos, corrompiendo y usando la publicidad estatal y empresarial como premio o castigo.

Me parece demasiado temprano para que este lunes a la prensa hondureña le haya llovido sobre mojado con una suma de agresiones de diferentes funcionarios y pareciera ser solo el inicio de una escalada que se irá recrudeciendo si no se le pone un alto a su soberbia. Atacan a periodistas en general, no solo contra los que han cometido actos de corrupción sino contra todos los que cuestionemos, señalemos, hurguemos más de lo permitido por el poder. Es un mecanismo de control social de la prensa.

A la vez, es un contrasentido porque quienes siempre se han corrompido seguirán corrompiéndose más a costa del pueblo, pero le dirán al pueblo lo que el pueblo quiere oír. Y quienes siempre hemos querido auditar al poder, seguiremos con los latidos comprimidos en soledad si esto no cambia. Aunque la soledad acompaña a quien decide hacer periodismo, no es así con el alto riesgo.

Lo que aquí sí vale la pena advertir y analizar es que la naturaleza de las cosas se mantendrá en su estado actual mientras las acciones acompañadas de un discurso violento contra el nervio principal de la democracia, humillen, descalifiquen a periodistas que sí hacen su trabajo. Vamos a ser agredidos, linchados por fanáticos, expulsados de espacios públicos, bloqueados en Twitter por funcionarios/as cuando menos leve sea la agresión y solo nos quedará contener el respiro y decir gracias a Dios que solo fue un bloqueo. 

Con un poco más de 72 horas en el poder, las y los funcionarios han salido a atacar la prensa desde diferentes espacios y el equipo de Reporteros de Investigación suma cuatro agresiones. Esto me recuerda mucho a la represión policial con saña en algunas protestas que evidenciaba que ese día había instrucciones de bombardear y golpear civiles desarmados.

Cuatro agresiones contra RI:

  1. Tenemos evidencia que uno de los titulares del nuevo gobierno nos bloqueó fugazmente en Twitter porque sacamos archivos sobre su accionar político en 2014. El funcionario dice que está recibiendo ataques en su red social y que no nos ha bloqueado, de ser cierta su versión esto es un tema de libertad de expresión en su contra que también necesitaría investigación estatal objetiva.
  2. Este lunes su relacionadora pública nos dio instrucciones de cómo debemos producir las noticias desde Reporteros de Investigación.
  3. La titular de Derechos Humanos nos sacó de la reunión de defensores con el Mecanismo de Protección.
  4. Hemos informado sobre narcopolítica, crimen organizado, pero el caso más reciente que nos ha generado amenazas directas viene de parte del supuesto agresor de una Oficial de Transparencia que denunció violencia de género. ¿A quién le pedimos protección, al Mecanismo?

Esta violencia en un país con narcofuncionarios, estructuras sicariales intactas que han venido siendo financiadas por políticos, es demasiada peligrosa.

Ojalá la presidenta Xiomara Castro, en quien el pueblo hondureño deposita su confianza, tenga la sabiduría para encaminar a tiempo a sus funcionarios/as desenfrenados de poder e instalar en el país una estructura que investigue y castigue las agresiones contra la libertad de expresión.

Aunque esta opinión es solo un desahogo que me puede generar mayor riesgo, es una manera de hacer catarsis y de dejar constancia.

El rol de un/a periodista no puede ser nunca alinearse con el poder. Es todo lo contrario siempre debemos pedir cuentas, dudar, buscar la verdad y por supuesto si en esa verdad florecen virtudes de buenos y buenas funcionarias como la presidenta Xiomara Castro, cuya legitimidad y credibilidad en este momento son altas; Doris Gutiérrez, Miguel Briceño, Hugo Noé Pino o diputados como Luis Redondo, Jari Dixon Herrera, fiscales como Luis Javier Santos, para mencionar algunos nombres. Decir virtudes de buenas personas que han llegado a gobernar es nuestra responsabilidad también. 

Por ahora, he empezado a hacer solicitudes de acceso a información para investigar cómo marcha la administración pública. Es peligroso buscar noticias en un país como Honduras. Y defender la libertad de prensa en un país peligroso para defender el planeta, lo es aun más porque quienes nos deberían proteger, nos agreden y humillan por comportarnos como periodistas.

Me expulsaron de una oficina del gobierno

Convoco a l@s Colectiv@s Defensor@s de DDHH que reconocen en mi a su representante legítima que acompañen la toma de posesión de mi cargo, a las 2:00 PM en la Secretaría de Derechos Humanos. pic.twitter.com/9mImiPISW6

— Natalie Roque S (@RoqueNatalie) January 28, 2022

Por ejemplo, viví la mañana del lunes una de las más humillantes agresiones de mi carrera. Fue en una oficina de la administración pública. Sentí algo que no sufrí ni siquiera publicando de manera constante los nexos del narcotráfico y la corrupción de la dictadura porque de aquellos no esperaba nada.

La titular de la Secretaría de Derechos Humanos, Natalie Roque, me expulsó del espacio donde se llevaría a cabo una reunión con defensores de derechos humanos en relación al Mecanismo de Protección de Comunicadores Sociales, Periodistas, Defensoras/es. 

Quizás mi violación a la naturaleza del poder fue cuestionarla el viernes de la semana anterior para que realizará un debido proceso, basado en evidencias, con el personal de la institución mientras una de las empleadas lloraba pidiéndole disculpas por haberla recibido con una protesta para llamar la atención por violaciones laborales cometidas por el gobierno anterior.

Este lunes, en la del Mecanismo de Protección solo estaba una defensora de territorio, que no es parte del Mecanismo, y Donny Reyes, como único concejal. Las demás concejales no asistieron. Yo estaba instalada con mi ordenador para ayudar a redactar información de manera voluntaria, pues, la misma funcionaria había convocado a las defensoras y defensores para recibir un informe del estado en que el gobierno anterior entregaba el Mecanismo.

Me ordenó salir y resistí, le dije que yo era periodista que había trabajado diagnósticos  del Mecanismo que tenía derecho por mi activismo como defensora de la libertad de prensa y que necesitamos trabajar por un Mecanismo que nos proteja de las agresiones.

Me mandó nuevamente a dejar la sala y me dijo que solo era para organizaciones específicas y que pidiera cita con su asistente. Aplastó mi resistencia y me sentí humillada. Jamás ningún funcionario de los que he cuestionado duramente, me ha hecho sentir tan en suelo en 20 años de cubrir, cuestionar y husmear en la administración pública porque de aquellos nunca espere un cambio en las jerarquías sociales invisibles. 

No se preocupe que nadie la va a cuestionar, repliqué y salí de la oficina sin más. Luego reflexioné que mejor hubiese sido el silencio porque así hubiera exhibido aún mucho más su poder.

Fue bueno salirme para que las cosas sigan en su sitio, los funcionarios/as mandan en la parafernalia burocrática.

Fue bueno salirme para demostrar que una mujer periodista y defensora de la libertad de prensa es solo una mujer más que va llorar si le gritan como me cuentan que han llorado humilladas otras mujeres del partido en el poder. 

Fue bueno salirme para demostrar que pesan más las etiquetas de organizaciones que el derecho a defender derechos. Fue bueno salirme para reforzar esa jerarquía social que nos empequeñece y separa del estrato estatal.

Me salí sola, ella tiene muchos seguidorxs que seguramente podrán agredirme por este desafío, pero me enfrenté ya a gente con más poder.  Cuando se ha perdido todo. Ya nada nos conmueve.

Salí de la oficina, me aferré al timón de mi carro. Pensé si realmente todo este celo por hacer periodismo, valdrá la pena o ¿si será mejor callarse, adular y alinearse como han hecho muchas personas?

Me sentía tan mal y pensé ir donde mi tía de crianza. Manejé 12 kilómetros hacia el norte para serenarme. Temí que quizás en la entrada los jóvenes me iban a retener y preguntar a qué parte del barrio iba, pero venía de arriesgarme en un suburbio de concreto más peligroso donde sí me atacaron. 

Al llegar, dos adolescentes con pantalones flojos husmearon desde lejos dentro de mi vehículo y me dijeron: hola. 

–Hola–, les respondí.

Entré por la calle de tierra, vi los matorrales, la cancha deportiva con jóvenes jugando, el grafiti en las paredes para marcar territorio. Recordé aquella vez, en 2004, que ahí mismo fui a cubrir el homicidio múltiple contra cuatro personas.

Me estacioné a la orilla de una zanja de tierra con aguas grises que generan mosquitos. Un árbol de guayaba disimulaba la casa sencilla, con piso de cemento y paredes carcomidas por las estaciones. En frente, las rancheras de una taberna de madera se oían por toda la cuadra.

Encontré a mi tía Suyapa sonriente, necesitaba verla para serenarme. Su mamá. Doña Cirila, de 85 años, vende rosquillas en las calles de la capital. –Acá no le va a pasar nada porque somos una familia humilde, pero honorable y nos respetan–, me dijo Doña Cirila.

Me dieron un cafecito caliente y una cena hecha con amor. Las abracé con fuerza y me enseñaron la grandeza de la calma que hay en su humildad.

–Vine a visitarlas y no les traje ni siquiera una bolsa con pan–, pensé. Solo entonces al escribir este episodio recordé que cuando me corrieron de la televisora por armar el sindicato, mi tía Suyapa me dio la idea de salir a la calle a recoger botellas para venderlas como reciclaje y tener un ingreso. Eso hicimos por algunas semanas. Fue divertido.

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