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«Asesinamos a la prensa porque anda en malos pasos»

Honduras, Centro América. El reciente crimen contra el periodista Gabriel Hernández nos ha convencido de que el diseño planificado de impunidad, la logística de los asesinos y la capacidad para dejar rastro sin que lo sigan es muy delicado para dejarlo solo en manos de una policía militarizada y dogmática.

Creemos que la prensa debe empezar a investigar estos crímenes porque sólo una prensa independiente con acceso a fuentes, que se gana la confianza de contactos que constata, sigue rastros, huellas, con paciencia, con tiempo, puede investigar estos delitos que reúnen características de lo que en criminología se llama crímenes de poder que no es más que el diseño de un delito que puede ser concebido para quedar en la impunidad por actores con acceso a control.

La periodista Lydiette Carrión, autora del libro La Fosa de Agua (2018), investigó durante siete años los feminicidios en México y tuvo acceso a información que develó el accionar estatal frente a los crímenes, el modo de operar y hasta describe una especie de firma criminal de los asesinos.

Sobre su trabajo y al consultarle sobre sus hallazgos, Carrión sostiene «que somos periodistas y tenemos acceso a lugares que no tiene la policía, como periodistas podemos ir más allá de donde va la policía».

Acerca de esta obra Blanche Petrich, reseña que «Lydiette Carrión narra con vértigo la odisea de los padres para encontrar a sus hijas; la precariedad de las investigaciones, realizadas por un sistema policiaco laberíntico, corrupto, criminal y altamente ineficaz, y la estigmatización que sufren las víctimas aún en la muerte».

Desde que Reporteros de Investigacion develó aspectos que el gobierno y hasta agrupaciones gremiales de Honduras han querido ocultar, como la ineficiencia del Mecanismo de Protección, también hemos documentado los pasos y las reacciones desesperadas para proteger al periodista sobreviviente, Leonel García, más como una maniobra política para justificar su trabajo que para atenuar el dolor y terror que ha vivido estos días. Hemos seguido y monitoreado el trabajo policíaco, siempre reduccionista, siempre con mirada de túnel, concretista, buscando respuestas desde una clásica visión represiva de seguridad pública. Se han acercado a oenegés para que les apoyen, a las mismas que tienen en sus informes como estructuras sospechosas que pueden llegar a delinquir.

Hemos documentado la ineficiencia en las primeras 72 horas de Investigación criminal y, por supuesto, el riesgo de tener como investigadores a quienes debieran estar bajo investigación, por eso, no es rara la conclusión lapidaria, en un informe policial, que diga que a un periodista «lo mataron porque andaba en malos pasos», por eso es que es necesario que un crimen contra la prensa sea investigado por la prensa que aún piensa en el interés público. En otros países de Sur América, la impunidad tuvo un freno hasta que la misma prensa se asoció y empezó a investigar y dejó de ser una simple correa de transmisión del discurso policíaco casi siempre trillado, justificante de violencia.

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