In memorian

Foto tomada de https://poetassigloveintiuno.blogspot.com/2010/12/2562-jessica-isla.html. Poeta hondureña, feminista, luchadora social en permanente Resistencia, defensora de derechos humanos.

“Yo no bajaré a la tumba convertida en harapo,
ni un sólo diente de mi boca se ha caído.
Las carnes en mi cuerpo tienen su forma intacta
y ágil en su tallo se yergue la cabeza.

Yo iré a la muerte pero con el labio fresco,
con voz firme y clara responderé a la llamada.
Yo sé que están contados los minutos de la vida
y que jamás el destino su sentencia retrasa…

Una obra muerta. Clementina Suárez

Tegucigalpa, Honduras | Repoteros de Investigación

Anoche asesinaron a la hija de mi vecina, una joven de 18 años con todo el presente por delante. Ese presente y corto futuro incluía terminar de estudiar e irse para España a profesionalizarse. No pudo. Fue asesinada a las 7:00 de la noche, en el trayecto hacia su casa, en medio del apagón de anoche. Su abuela fue a “encaminarla”, acompañándola la mayoría del trayecto y hoy se lamenta de no haber recorrido con ella, todo el camino. Su hermano se echa la culpa porque no quiso acompañarla, diciéndole que aquí en el pueblo, esas cosas no pasaban. Indago entonces, aquí en su velorio y me explican que no han existido femicidios de ese tipo, no del tipo de la saña con la que la apuñalaron tres veces en el estómago y le dejaron seis marcas, tres en cada lado de la cara. Faltaban cinco cuadras para que llegara a su casa. Apenas cinco cuadras de diferencia entre la vida y la muerte.

Dicen que el hechor fue un “enamorado” y a partir de ahí surge mi primer enojo, la rabia con el lenguaje que no da cuenta de nuestra realidad, ni del hecho que alguien que verdaderamente sabe del amor, sería incapaz de matar. —No es un enamorado, sugiero con fuerza, es un acosador y un femicida— pero la gente solo asiente, desconectada, ocupada en los trámites del entierro. Dicen que ella dejó por escrito quien estaba acosándola y que, si algo le pasaba, el responsable era ese. Así estamos en este país pienso, dejando notas para responsabilizar a nuestro posible agresor, teniendo como posible horizonte la muerte. No puedo expresar con palabras, lo mucho que me duele.

Ya no sé, en qué tono decir que nos están asesinando en masa. Y que eso tiene que ver con redes criminales, con narcotráfico, pero también con el marido, el novio, el pretendiente, el amante, que cree que somos cosas, que cree que somos objetos de su propiedad. No solo nos mata, nos marca, para que estemos eternamente condenadas a pertenecerles. O eso creen ellos. No sé en qué tono o con que voz decir que nos están asesinando y que los femicidios deberían ser una prioridad de Estado, porque lo que es con una mujer, es con todas. Gran cosa me creo gritando en un desierto de burócratas a las que solo les importa el poder partidario, mientras yo vivo entre mis pares el dolor y la angustia.

A ningún poder del Estado parece importarle y mientras yo aprieto los dientes, seguro otra mujer está siendo asesinada. Sabemos, que estos asesinos no son “enfermos” son hijos sanos del patriarcado, diría Marcela Lagarde. Son conocidos, capaces de esperar, acechar y ejecutar a adolescentes e incluso niñas, con cautela, con saña, con paciencia. Esperar que este sola para hacerla sufrir, que se vea a sí misma y de paso, que la vean otros, su familia incluida. Digo eso y siento como mis dientes, viejos sobrevivientes de batallas, se astillan un poco más.

Y es que Xiomara no está sola, claro que estará con su gente, mañana 29 de agosto, que para eso tiene todo un partido político y un gobierno detrás, pero si están solas, las mujeres que mueren asesinadas bajo la lluvia, como Ana Galilea anoche o las que gritan en busca de ayuda. Nosotras, señora presidenta, sí estamos solas y nadie está cambiando eso, ninguna una Secretaría de la Mujer, de Derechos Humanos u Ministerio Público. Ningún equipo de comunicación, ocupados en decir que si están trabajando (algunos acordándonos de los límites de la libertad de expresión) insultar y pelearse entre ellos mismos o con el otro. Solo nos tenemos a nosotras mismas.

En este momento, lamento que mi voz no sea tan fuerte, como para llegar a alguna parte, más allá de las compañeras de siempre, aquellas que vienen trabajando incansablemente, aquellas, parte de un movimiento que se ve cada vez, más desdibujado. No somos todas claro, pero somos esas redes que, a nivel municipal o nacional, esas organizaciones que trabajan con las uñas. Esas somos. Pienso que es la marcha que deberíamos estar haciendo, una movilización por la vida de las mujeres, esa y no otra. Porque el mensaje es con cada una, el mensaje que ha sido por años: cualquiera puede matar a una mujer y aquí no pasa nada. No más femicidios, no más asesinatos, es la primera petición que deberíamos exigirle al nuevo fiscal, que por supuesto será elegido a la medida de los partidos políticos y por lo tanto, tampoco le afectará lo que pueda pasar con las vidas de las mujeres.

Siento el dolor de las familias en luto, de los niños/as abandonadas, de los padres y madres sin respuestas. Tanto dolor que no hay palabras para describirlo, pero lo intento, porque ya no le hablo al equipo de comunicación presidencial a quienes no les importa el problema. No les hablo ya a las autoridades, que erróneamente creí que harían “algo” de justicia. No le hablo a varias ex compañeras que ahora están en el Estado y creen que cada vez que exigimos es un ataque personal o al partido. No les hablo ya a las compañeras/os que me creen proscrita por adversar a un Estado que no hace absolutamente nada por la vida de las mujeres. Tengo demasiado dolor como para que me importe, así que sigo y seguiré diciendo que el pueblo somos nosotras y es aquí donde deberíamos estar. Yo quiero caminos y ríos, besos y sonrisas para todas, no ataúdes, ni cementerios. Es injusto, siento, que nos obliguen a enterrar a la vida alegre, al futuro, a nuestras niñas, porque cada una fue la niña de alguien.

Vuelvo a la base y les hablo a las comunes, mis vecinas de barrio y esquina, las del pueblo, a las mujeres que somos la fuerza de este país, porque nos une un vientre por igual como diría Juana, nos une una misma sangre de fuego y agua. Luchemos contra los señores de Xibalba, oscuros y letales, por nuestras vidas, en medio del silencio, luchemos por nosotras, porque nadie lo hará en nuestro lugar, ningún partido político, ningún gobierno a la vista. Luchemos por las nadie y amemos como si fuera el último día. Se que lo fue para Ana Galilea, que supo que fue y es amada, incluso para quienes la conocimos poco, porque no tuvo mucho tiempo para transitar la vida. Amemos con la fuerza de la sobreviviente que hay en cada una de nosotras. Salgamos a las calles y lloremos en masa, para que nuestro luto que ahora es ajeno, se vuelva compartido. Gritemos y que nadie nos calle, porque llegará el momento, en que todos nos escuchen.

Jessica Isla en el país de las jóvenes muertas

Agosto de 2023

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